Vicente Bellver Capella: «Al vacunar rige el principio de necesidad» - Alfa y Omega

Vicente Bellver Capella: «Al vacunar rige el principio de necesidad»

El catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Valencia es uno de los miembros del Comité de Bioética de España que participa en el grupo de trabajo que ha elaborado la Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España

María Martínez López

¿Qué hace un catedrático de Filosofía del Derecho y de Filosofía Política, en este caso de la Universidad de Valencia, compartiendo trabajo, debates y largas reuniones con epidemiólogos, virólogos, inmunólogos y expertos en salud pública en el grupo de trabajo que ha elaborado la Estrategia de vacunación frente a COVID-19 en España? Vicente Bellver Capella, también vocal del Comité Ético de Investigación de Salud Pública de la Generalitat Valenciana, representa junto a otro jurista, Federico de Montalvo, al Comité de Bioética de España en la compleja toma de decisiones sobre cómo gestionar la vacunación y, sobre todo, a quién priorizar.

Es una buena noticia que el Gobierno haya contado con el Comité de Bioética para la Estrategia de Vacunación, después de haber ignorado su informe sobre la eutanasia y de que otros muchos los hayan hecho ustedes motu proprio.
No es la primera vez que nos piden ayuda. Se suele pensar en la Presidencia o en ministerios, pero las peticiones pueden llegar y nos llegan desde diversos órganos. Por ejemplo el informe sobre priorización de la atención al principio de la pandemia, y otro sobre la cobertura en la Sanidad pública de un fármaco para la profilaxis frente al VIH nos los pidieron desde distintas secretarías de Estado. Ahora el Comité empieza a ser conocido y estar bastante reconocido y se tiende a contar con él. Siempre viene bien escuchar la voz de los expertos en bioética en temas como priorización en la asistencia, vacunas o financiación de un fármaco. Sin perjuicio de que, como cualquier órgano político, en un tema que en su agenda ya tenga orientado en un sentido determinado es hasta cierto punto lógico que primero se mire si un informe va a respaldar o no sus políticas, y que si piensa que no va a ser favorable no lo pida. Lo importante es que la relación no llegue a romperse.

¿No resulta curioso que quienes representen al comité sean dos juristas, en vez de sanitarios?
Ya hay epidemiólogos, virólogos, inmunólogos y expertos en salud pública representados. Todos son científicos o clínicos salvo nosotros dos y un profesor de Sociología, que presenta la perspectiva de la opinión pública y del impacto que en ella pueden tener ciertos mensajes o la forma de comunicarlos; no para dejar de tomar decisiones que puedan ser impopulares, pero sí para considerarlo.

De momento solo se han dado datos concretos sobre el primer nivel de priorización, el que afecta a ancianos y dependientes en residencias y al personal sanitario. ¿Se sabe ya cuándo tocará a otras personas vulnerables y a al conjunto de la población?
No era prudente presentar la estrategia en su integridad porque es un documento vivo, sujeto a cambios por la información que va llegando tanto sobre las vacunas que vamos a recibir y sus características técnicas como sobre la situación epidemiológica.

¿Por qué son relevantes las características técnicas?
La vacuna de Oxford, por ejemplo, no tiene tanta eficacia como las que se han empezado a poner ya, y habiendo otras más eficaces no es razonable administrársela a una persona que tiene un riesgo altísimo de sufrir efectos muy graves si se contagia. Pero tampoco tendría sentido decir que no ponemos esa vacuna a nadie y esperamos a que haya de las más eficaces para todos, porque ese acceso no es inmediato. En un contexto crítico como este, ofrecer una inmunidad elevada (aunque sea más baja supera a la de la vacuna de la gripe) aunque parcial es mucho mejor que no ofrecerla. Para el objetivo de obtener la inmunidad de grupo todas las vacunas hacen su papel. Pero hay que proteger mejor al que es más vulnerable.

¿Se han dado en el seno del grupo de trabajo distintos enfoques éticos sobre cómo priorizar la vacunación?
Ha habido un consenso amplio, me atrevería a decir que unánime, en el reconocimiento de unos principios. En ningún momento se ha tratado de abrir paso un planteamiento utilitarista de acabar antes con el riesgo de contagio priorizando en la vacunación a los grandes transmisores. Esto habría dejado en la intemperie a los más vulnerables y desde algunas posturas se podría haber dicho que esto importa menos porque les queda menos tiempo de vida. No ha sido así en absoluto, sino que ha regido el principio de necesidad, y esto es justo y emocionante. Esto no quita que haya habido mucho espacio para la deliberación. Una cosa son los principios y otra cómo operar con ellos, que es todo un arte que exige discernimiento y poner en práctica la virtud de la prudencia.

¿Cómo se aborda el tomar decisiones tan complejas, tan de detalle?
Se ha trabajado totalmente al margen de presiones políticas tanto del Gobierno central como de las comunidades autónomas, y no es fácil. Me sorprende que 30 personas muy ocupadas estén manteniendo reuniones largas todas las semanas, y el resto del tiempo intercambiándose correos electrónicos con un desinterés y un rigor encomiables. Y al mismo tiempo las autoridades se han dado cuenta de que dejándoles trabajar era como se iba a conseguir que las cosas salieran bien. Hay veces que se logra. Y estoy encantadísimo de que en este clima de crispación y desánimo se vea de pronto cómo un grupo de expertos trabaja de esta manera y en estas condiciones, con información cambiante. Me parece impresionante.

Mencionaba a las comunidades autónomas. ¿La estrategia hace recomendaciones diferentes?
Cada comunidad tiene unas circunstancias distintas, pero todos tenemos claro que hay que tener una sola estrategia asumida unánimemente y defendida entre todos, porque eso es lo que nos da fuerza, autoridad y la garantía de que se vaya a seguir. Por eso hay que conseguir fijar unos criterios que sean lo suficientemente orientativos para saber a quién vacunar en cada momento, y al mismo tiempo lo suficientemente flexibles para atender las particularidades.

Frente a su satisfacción, y después de meses de trabajo, en estas primeras semanas de vacunación se ha sentido una cierta frustración por la lentitud de los avances.
Aquí hablo como ciudadano porque el grupo no supervisa cómo se aplica el plan, sino que está centrado en aprobar e ir ajustando la estrategia. Pero mi presunción, y mi conocimiento hasta donde alcanza, es que no hay nadie implicado en la campaña de vacunación que no quiera vacunar al mayor número de gente en el menor tiempo posible. Pero eso no quiere decir vacunar indiscriminadamente.

Me parece un despropósito la tendencia en los medios a establecer un ranking entre comunidades a ver quién ponía más vacunas, porque se hace sin saber las circunstancias. En algunas llegar a quien queremos vacunar puede ser más complicado que en otras. Y además el número de dosis que tienes es con el que tienes que trabajar para garantizar que vas a poder poner la segunda; no puedes poner todas ahora. Hay toda una serie de elementos que se nos escapan, y que hacen que los datos no reflejen necesariamente la ineficacia de los gestores en la administración de las vacunas. Me parece un error gravísimo querer buscar errores y cabezas que cortar cuando no los hay, porque quizá apuntamos a las personas que con más afán y competencia están trabajando. Todo el mundo se ha convertido de repente en vacunólogo y experto en salud pública, y parece que se puede y debe cuestionar a quienes se dedican a ello. Creo que hay que cambiar el enfoque y presumir que en esto está implicada gente con mucha experiencia y conocimiento.

De momento no hay evidencia de que las vacunas eviten el contagio, y además en las primeras semanas tras su administración aún no protegen. ¿Realmente se van a poder relajar las medidas de seguridad en las residencias tras la vacunación?
Efectivamente, aún hay mucha incertidumbre y no se sabe si la vacuna evita el contagio. Pero sí se sabe que protege al que se vacuna. Y que, en caso de que siga siendo agente de contagio, sería en un grado mucho más atenuado, así que acaba protegiendo a quienes la rodean. Que se hayan producido contagios donde se había vacunado tiene que ver con que la vacuna resulta eficaz a partir de la semana posterior a la recepción de la segunda dosis.

Por tanto, las posibilidades de que se puedan normalizar las relaciones de los residentes con sus seres queridos es mucho mayor. Además, es que es una urgencia. De nuevo, esto no se ha abordado en el grupo de trabajo pero sí en el CBE, que hizo una declaración sobre el derecho al acompañamiento. La pandemia nos ha hecho caer en la cuenta de que este existe, y no solo en el momento de morir. Tanto por la condición relacional del ser humano, como porque una persona acompañada tiene más probabilidad de evolucionar favorablemente que una que está aislada. Las medidas de aislamiento han sido necesarias en un contexto crítico pero tenemos que ser capaces de desarrollar protocolos para que no sea así en adelante.

La Iglesia, aunque considera éticamente aceptable recibir vacunas elaboradas con líneas celulares procedentes de abortos cuando no hay alternativas, pide que estas se ofrezcan. ¿Será posible en España elegir qué vacuna se nos administra?
A día de hoy no se ha suscitado el debate. Como en todas las cuestiones relacionadas con la objeción de conciencia, hay que compaginar la salvaguarda de la libertad de conciencia con los derechos de otras personas y con bienes colectivos esenciales como la salud pública. En un contexto ideal estaría muy bien poder atender esta diversidad de pareceres. Pero el actual es de mínimos. Tenemos las vacunas que tenemos, y la urgencia de vacunar. Si una persona ya ha pasado la enfermedad, no tiene una edad muy alta ni especiales problemas de salud y muestra una reticencia hacia alguna de las vacunas, a lo mejor tiene que comprender que no se pueda atender su petición de elegir un determinado tipo de vacuna y por el momento se quedará sin vacunar.

Otro plano distinto sería el de la persona que pide una vacuna en vez de otra porque es más eficaz. Ahí tengo menos dudas de que tiene primacía la decisión clínica de asignar unas vacunas a unos determinados sectores de población sobre el criterio personal. No tiene sentido vacunar a la carta.

Otra prioridad para la Iglesia es el acceso universal a la vacuna. Los países del primer mundo pueden contribuir a ello comprando excedentes y donándolos. ¿Se ha incluido este aspecto en la estrategia de vacunación?
Aunque no es objeto del grupo de trabajo, sí se hace eco de esta situación. En la introducción de la estrategia sí se hace mención a la iniciativa COVAX, en la que está la UE, «que aspira a que la vacuna llegue cuanto antes a todas las personas del mundo, apoyando la iniciativa para que ese objetivo se alcance cuanto antes. Ya que el objetivo final se alcanzará cuando la gran mayoría de la humanidad esté inmunizada».

Una cuestión que también ha creado cierta polémica es la de la obligatoriedad de la vacuna u otras formas de coacción suave para que se reciba. ¿Qué opinión le merece la propuesta de crear registros con quienes la rechacen?
Uno tiene la obligación de vacunarse, pero es una obligación cívica, no exigible mediante coacción. Pero, por otro lado, no puede dejar de registrarse la negativa a recibir la vacuna. Entre otras cosas, para que posteriormente no se pueda actuar contra la Administración si se contagia alguien que la había rechazado y para conocer las razones que aduce. Igual que si alguien rechaza una intervención quirúrgica que se le recomienda consta en la historia clínica. Pero debe ser información totalmente confidencial, con el único objetivo de atender a esa persona. No se debe difundir o compartir ese registro ni crear listas negras.

Una forma de coacción suave que se planteó era que quien rechazara la vacuna pasara al final de la lista, pero ni siquiera eso se aceptó. Si alguien la rechaza hoy y en unos días cambia de opinión, se le pondrá en cuanto sea posible. Creo que es otro ejercicio de flexibilidad encomiable aceptar esto, que altera la ejecución del plan establecido. Estamos convencidos de que el objetivo no es conseguir vacunar a la mayor cantidad posible caiga quien caiga, sino respetando la voluntad de las personas, que es lógico que puedan tener reticencias.

Unas pocas semanas antes de empezar la vacunación, más de la mitad de los españoles eran reticentes a ella. ¿Esto preocupa?
La percepción ha cambiado radicalmente en muy poco tiempo y ahora hemos pasado a verla como una tabla de salvación, y lo es. Creo que esto tiene que ver con otro hecho maravilloso: que se está administrando por millones y no se están detectando efectos adversos tremendos, sino que se corresponden con las fichas técnicas. Es para celebrar que hayamos sido capaces, con un esfuerzo científico inédito, de lograr vacunas eficaces y seguras en un plazo que hasta ahora no se había logrado, que las agencias hayan autorizado su comercialización, que los gobiernos las hayan comprado y ordenado la vacunación y que todo esto, con una complejidad impresionante, esté funcionando más que razonablemente bien. Está bien tener una visión crítica y que las autoridades estén siempre escrutadas, pero también creo que es bueno trasladar la realidad de las cosas y cómo en muchos momentos nuestra actitud debe ser de gratitud y de valorar que, cooperativamente, somos capaces de cosas extraordinarias. Digo esto porque en mi entorno sigo percibiendo actitudes bizarras, y me parece bueno desactivarlas con argumentos y evidencias. Y, para los católicos, con los recientes documentos del Vaticano.

Estos criterios incluían considerar también en la priorización factores socioeconómicos y no solo médicos de vulnerabilidad. ¿Ha sido así en España?
Sí, uno de los principios éticos que se han tenido en cuenta es el de equidad, que señala precisamente que la vulnerabilidad también puede darse por situaciones como la indigencia o el riesgo de exclusión, por el hacinamiento en centros de inmigrantes, etc. Ahora estamos atendiendo a una proporción minúscula de la población, la que debe ser urgentemente priorizada. Pero una vez cubramos esa necesidad inmediata habrá que atender a personas que merecen recibir la vacuna de forma prioritaria por esas otras circunstancias que las exponen más al contagio.

Ante la tercera ola y la irrupción de variantes más contagiosas, en algunos países se están planteando opciones como sacar más dosis de cada vial o vacunar a más personas con la primera dosis y retrasar la segunda. ¿Se aplicarán aquí?
Estos debates nos van llegando, claro, y se tratan. Pero por su dificultad técnica se me escapan.