El Vaticano en el laberinto chino
En octubre expira el acuerdo conjunto para renovar el episcopado del gigante asiático, y todo parece apuntar a que se renovará de forma automática. Según el portavoz de Exteriores chino, la implementación estos dos años «ha sido un éxito»
La diócesis de Hong Kong reúne en torno a 400.000 católicos, muchos de ellos migrantes filipinos, más de 300 sacerdotes y unas 50 parroquias. Son solo el 5 % de la población, pero tienen una influencia destacada en la política, la cultura y la educación. Los mejores colegios están gestionados por entidades de la Iglesia. Y, sin ir más lejos, la jefa del Ejecutivo, Carrie Lam, es una ferviente católica. No es ningún secreto que suele reunirse con obispos para consultar con ellos algunos asuntos políticos de primer nivel.
Hong Kong ha ejercido tradicionalmente de puente natural entre el Vaticano y China. Basta decir que el administrador apostólico de la región, John Tong Hon, fue primer el cardenal chino en participar en un cónclave. Cumplió 81 años en julio, por lo que su reemplazo no tardará en llegar.
El discurso después del rezo del ángelus que el Papa tenía preparado para el pasado 19 de julio incluía su preocupación por el coto a las libertades religiosas y sociales en Hong Kong. Pero finalmente no lo pronunció. Muchos expertos han querido leer una deliberada estrategia para no calentar los ánimos del gigante asiático en vista de la inminente renovación del acuerdo para nombrar obispos entre China y el Vaticano. «Parece que entra en el plan de no ofender a las autoridades de Pekín. Pero hay un vacío sin respuesta. ¿Por qué el Vaticano permitió que los periodistas acreditados tuvieran acceso al texto bajo embargo?, ¿fue un despiste o un mensaje implícito?», reflexiona el padre Sergi Ticozzi, misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME por sus siglas en italiano) que reside en Hong Kong desde hace más de cinco décadas. A su juicio, el futuro de Hong Kong no ha sido «un argumento de fricción en las negociaciones» para la validación, el próximo 22 de septiembre, del consenso entre el Vaticano y China para la renovación del episcopado. «Pekín quiere manejar sin interferencias la situación en Hong Kong». No obstante, la situación es delicada y la Iglesia «tiende a la autocensura» y deja de tomar decisiones «que podrían empeorarla».
En China hay 138 diócesis dirigidas por 79 obispos oficiales, pero no hay un registro de los cristianos. Algunos expertos los limitan a doce millones y otros los extienden hasta los 70. La única certeza es que la comunidad eclesial está dividida. La mitad de los creyentes practican la religión en iglesias controladas por el Partido Comunista Chino; el resto vive su religiosidad en la clandestinidad, escondidos en templos no oficiales, y siempre bajo sospecha. Muchos incluso han pasado años en la cárcel.
Sanar la franctura
El acuerdo firmado en 2018 para la designación de obispos puso la primera piedra para conseguir que Pekín reconociese al Papa como líder de la Iglesia católica y acabar con las desavenencias entre la Iglesia oficial y la clandestina. Por eso muchos lo tildaron de histórico. «Hay que ponerlo en contexto. Las relaciones diplomáticas están rotas desde 1951, cuando Mao Zedong expulsó del país al nuncio de la Santa Sede y a sus misioneros católicos». Desde hace siete décadas, es la primera vez que China admite el papel de la Iglesia y del Papa dentro del país», manifiesta Francesco Sisci, periodista experto en sinología. Además, resalta que la negociación tuvo lugar en un momento de especial confrontación entre China y Estados Unidos. «Esta es una prueba de que la Santa Sede puede ser un socio fiable y de peso para Xi Jinping», añade.
El Vaticano lo presentó como un logro pastoral que permitiría a los fieles tener obispos en comunión con Roma, pero reconocidos a su vez por China. Un texto provisional que debía ser revisado periódicamente, pero que para el director del portal de noticias AsiaNews, el padre Bernardo Cervellera, ha sido poco útil. «El acuerdo sirve para la designación de nuevos obispos, pero desde que se alcanzó el acuerdo, no se ha nombrado un nuevo obispo». En este sentido, hace hincapié en que, en los últimos dos años, tanto los dos obispos que han sido designados, como los tres que han sido reconocidos por el Gobierno chino, fueron seleccionados antes de 2018.
Abiertos, por fin, al diálogo
El diálogo es inherente a la diplomacia vaticana. Pero «China siempre dio la espalda. Nunca tuvo una disposición abierta al diálogo. Por eso es lógico que la Santa Sede vea con muy buenos ojos este fino hilo de conexión», explica. «Entiendo que tengan una actitud positiva, que intenten consolidar la relación con China, pero los frutos son todavía muy pequeños», agrega Cervellera. El experto apunta a que la renovación del acuerdo será provechosa, solo si «en vez de doblegarse ante las exigencias de China, el Vaticano pone más condiciones».
Mucho más incrédulo se muestra el sacerdote misionero en Hong Kong, que evidencia que el acuerdo ha servido de escudo al Partido Comunista en su cruzada contra el corazón de la resistencia cristiana clandestina: «Han silenciado al Vaticano ante la política de la chinalización de la religión». «El objetivo es el control absoluto de la iglesias que no están alineadas. Esto se traduce en destrucción de cruces y de iglesias, así como detenciones arbitrarias de obispos y sacerdotes clandestinos, aunque no suelen dejarlos encerrados mucho tiempo». «Son acciones disuasorias para evitar grandes celebraciones, marcar la doctrina y obligar al clero a inscribirse a la Asociación Patriótica», detalla Ticozzi.
El sacerdote italiano Sergio Ticozzi vive en Hong Kong desde 1969. Pertenece al Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras y, por tanto, conoce de primera mano el compromiso misionero de la Iglesia católica en China.
Francesco Sisci es sinólogo y profesor del centro de estudios europeos de la universidad Renmin de Pekín. En 2016 el Papa le concedió la primera entrevista en la que habló sobre las relaciones entre China y el Vaticano.
El sacerdote italiano Bernardo Cervellera es el director de AsiaNews, la agencia de noticias ligada al Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras. Una voz imprescindible para entender la amplitud del testimonio cristiano en Asia.
El acuerdo, que sigue siendo secreto, no aporta una respuesta clara sobre su futuro. Desde el Vaticano son prudentes. El arzobispo Claudio Maria Celli, diplomático clave en la negociación del acuerdo, admitió en una entrevista en junio con el programa Stanze vaticane que es «innegable» que hay aspectos que limar, mientras que resaltó la «necesidad de respeto» y «entendimiento mutuo» entre la Iglesia católica y China. «No será fácil». La Santa Sede quiere continuar con esta dinámica de entendimiento. Queremos avanzar y lograr que un católico chino pueda expresar sin cortapisas su fidelidad al Evangelio», insistió. «Siempre uso una expresión simple: la Iglesia católica en China tiene que ser plenamente china pero también plenamente católica», concluyó.
Por su parte, el secretario de Estado, Pietro Parolin, dejó claro que su intención es renovar el acuerdo. «Nuestro objetivo principal es normalizar la vida de la iglesia en China, que para la iglesia católica es tener relación con la Santa Sede y con el Papa», remachó. En febrero, el arzobispo Paul Gallagher, secretario vaticano para las Relaciones con los Estados, y el ministro de Exteriores chino, Wang Yi, mantuvieron un encuentro bilateral en los márgenes de la Conferencia sobre Seguridad en Munich (Alemania). Y tras el primer apretón de manos en más de seis décadas, llegó el aval del portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Zhao Lijian, que afirmó la semana pasada que el acuerdo para la designación conjunta de obispos ha sido «implementado con éxito».