Undécimo mandamiento: «No pensarás» - Alfa y Omega

Undécimo mandamiento: «No pensarás»

La popularidad de la masa acrítica no solo pertenece a la clase política. Los números mandan, también en la Iglesia

Alfa y Omega

Los abusos de poder y de conciencia en la Iglesia, de los que tímidamente vamos oyendo hablar, no son patrimonio exclusivo de las órdenes religiosas, aunque, de momento, hayan sido especialmente las mujeres consagradas las que levantan la voz ante ellos. María Rosaura González Casas, de la Confederación Latinoamericana y Caribeña de Religiosas y Religiosos, revelaba que, de 1.417 monjas, más de la mitad aseguraba haber sufrido algún abuso de poder por parte de superioras, sacerdotes u obispos. También Repara alertaba en Alfa y Omega del aumento de consultas a este respecto: «Se confunde la obediencia con la sumisión, la unidad con la uniformidad [se lo dijo también el Papa a los políticos madrileños el pasado sábado], la autoridad con el autoritarismo, la voluntad de Dios con la voluntad del superior», aseguraba Lidia Troya, responsable de primera acogida.

Lo que no se ha abierto aún es el melón de los laicos, pero empieza a madurar. «Espero que nunca pierdas la objetividad», espetó un parroquiano a otro cuando le comunicó su deseo de pertenecer a un numeroso grupo eclesial. No es infrecuente que en determinados ambientes se promulgue la obediencia ciega al superior —igualmente laico, y no siempre debidamente formado— bajo la premisa de que «en el pensamiento está el demonio» y quien propone el debate es «un soberbio que quiere tergiversar la Palabra de Dios». La popularidad de la masa acrítica que denunciamos en este espacio no solo pertenece a la clase política. Los números mandan, también en la Iglesia, y quienes tienen criterio en ocasiones hacen la vista gorda sobre los que priorizan engrosar cifras generando autómatas miedosos. Esto puede ser una victoria, pero pasajera. Ya lo dijo Benedicto XVI en el Año de la Fe: «Intelecto y fe, ante la divina Revelación, no son extraños o antagonistas, sino que son condición para comprender su sentido». El undécimo mandamiento, «No pensarás», es una equivocada y mala ejecución del celo evangelizador.