Una voz sosegada ante la grave carestía de paz - Alfa y Omega

Una voz sosegada ante la grave carestía de paz

Frente a la violencia y la división que han marcado el 2022, en 2023 hay que redoblar la apuesta por el diálogo y la solidaridad

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Termina el año 2022, marcado por los más de diez meses de invasión rusa de Ucrania. Esta deja ya más de 6.600 civiles muertos, cerca de 200.000 soldados sin vida a ambos lados y ocho millones de ucranianos obligados a abandonar sus hogares, según estimaciones estadounidenses. También genera incertidumbre e inestabilidad en la sociedad internacional, pues, a los retos de frenar la escalada nuclear y acoger a los refugiados, se suman problemas de suministros y altas tasas de inflación, que están castigando con mayor dureza a los más vulnerables.

Esta «guerra insensata», como lamentó el Papa en su bendición urbi et orbi de Navidad, es quizá la muestra más clara y sangrante de la «tercera guerra mundial» por partes de la que lleva años advirtiendo, pero la «grave carestía de paz» se da en otros lugares como la olvidada Siria, Tierra Santa, Yemen, Myanmar, Irán o el Sahel. Francisco lleva en su corazón a la población de estos lugares, igual que a la gente del Líbano, Haití, Afganistán o el Cuerno de África, a los cristianos perseguidos, a los migrantes o a todos los que padecen hambre o marginación, a quienes también aludió en su mensaje desde el balcón de San Pedro. Frente a la violencia y la división, hay que redoblar la apuesta por el diálogo y la solidaridad. Solo así —subraya— se podrá reconstruir la fraternidad herida y habrá paz.

La receta también debemos aplicarla en España, que no escapa de las consecuencias de la guerra y en donde, además, se respira un clima de fuerte confrontación. A lo largo del año, con la pandemia todavía coleando, el Gobierno ha proseguido su ofensiva legislativa —con leyes ideológicas como la reforma del aborto o la ley trans— y se han debilitado instituciones clave para la buena convivencia. Lo malo es que en 2023, con las elecciones locales, autonómicas y nacionales, los decibelios van a seguir subiendo. Que en medio del ruido, los católicos seamos una voz sosegada a favor del bien común.