Una ONG española ayuda a las niñas a negarse a ser mutiladas
Más de 2.000 niñas keniatas que iban a sufrir ablación genital se rebelaron gracias a la Fundación Kirira, que ofrece educación y recursos por si tienen que escapar. Acaban de recibir el Premio CEU Ángel Herrera
Kirira es una palabra de la tribu tharaka, una de las 48 comunidades nativas que viven en Kenia. Significa ayuda, apoyo y escucha, y este es el nombre que ha tomado la ONG española que ha salvado a más de 2.000 niñas de la práctica de la ablación genital. «Además de con los tharaka, trabajamos en otra dos comunidades pequeñas, más alejadas y rurales. De hecho, la primera vez que fui allí nunca habían visto un coche ni a un blanco. Te tocaban la piel, el pelo…», explica Estrella Giménez, presidenta de la Fundación Kirira, con motivo del Premio CEU Ángel Herrera, que la Fundación San Pablo CEU entregó el pasado lunes, en la categoría de Solidaridad, Cooperación al Desarrollo y Emprendimiento Social.
En esas comunidades, la mutilación genital femenina es una práctica extendida y culturalmente muy arraigada, que toma la forma de un rito de paso hacia la edad adulta para niñas de 8 a 12 años. «Para ellos es una forma de controlar el deseo de la mujer», explica Giménez. «Los hombres son cazadores y recolectores y pasan muchos días fuera de casa. De esta manera, tratan de asegurarse la fidelidad de sus esposas y garantizar que los hijos sean realmente suyos». Sin embargo, esta práctica acarrea «múltiples problemas de salud física y mental» en las niñas, hasta el punto de que en una de las tribus, que realiza «una mutilación salvaje», el 8 % de las niñas muere tras la intervención.
«Cuando las pequeñas están flojas de salud, las probabilidades de que fallezcan son muy altas», afirma la presidenta de Kirira. La organización trabaja allí creando clubes antiablación para que sean las propias menores las que se conciencien y se opongan a la mutilación. «Contamos con la ayuda de los profesores y damos becas de estudio a aquellas niñas que no lo hagan», añaden.
Desde que empezaron esta labor hace 20 años, más de 2.000 niñas han pasado por la ONG. Además de asegurar su salud física y mental, muchas han conseguido estudiar, algunas incluso carreras universitarias. Ejemplo de ello es Muthoni Kamada, la primera que salvaron, ciega de nacimiento y físicamente muy débil. Era candidata a no sobrevivir, pero hoy está casada, se formó en servicios sociales y trabaja en la capital. Ella es hoy el símbolo de Kirira.
En nuestros días, la ablación está prohibida por ley en Kenia, pero queda mucho trabajo por hacer entre las familias. «Poco a poco está cambiando la mentalidad, sobre todo gracias a los clubes, que están vinculados a cerca de 100 escuelas», subraya Estrella Giménez. Así, si una niña escucha en casa que tienen intención de mutilarla y decide escapar, puede contar con alguno de los dormitorios de rescate de Kirira, que también ha habilitado para ellas una casa de acogida.
Soluciones para una vida digna
La labor de la fundación no termina aquí, porque a algunas mujeres que tradicionalmente se dedicaban a practicar las mutilaciones les han ofrecido máquinas de coser como alternativa a su labor. Este elemento forma parte de un proyecto de microcréditos que también incluye a las niñas que no tienen un expediente escolar suficientemente bueno para acceder a la universidad y a las madres que están en contra de la ablación. «Tenemos once grupos de mujeres a los que damos fondos para que puedan emprender un negocio: abrir una pequeña granja, comprar ganado, criar pollos, vender fruta, hacer labores de cestería… Hay quien ha comprado un molino para moler la harina, otras venden ropa de segunda mano, algunas han optado por una máquina de coser… Siempre está el objetivo de que puedan tener una forma de vivir digna sin tener que pasar por la ablación», añade Giménez, al tiempo que subraya la urgencia de contar con más padrinos en España que financien estos proyectos.
¿Y qué pasa con los hombres? ¿Cómo se les educa? La presidenta de Kirira responde que en sus campañas de concienciación incorporan niños y niñas y que un club antiablación lo dirige una maestra y un maestro. «Es muy importante que los chicos participen y formen parte de la solución a este problema. Aunque el programa de microcréditos va destinado solo a las mujeres, en el resto de nuestras actividades siempre hay hombres también. Porque el propósito es el cambio de mentalidad de toda la sociedad», concluye.
«Quiero transmitir normalidad. En este mundo en el que parece que todos quieren destacar en algo me gusta defender la belleza de la sencillez: una madre normal, un marido normal, hijos normales… todos con nuestras cosas buenas y con otras que son menos buenas, como todo el mundo», afirma Irene Alonso, la influencer detrás de @soyunamadrenormal, con más de 112.000 seguidores en Instagram.
Galardonada con el Premio CEU Ángel Herrera de Valores e Influencia en Redes Sociales, Alonso destaca que en el mundo digital «corremos el peligro de querer idealizarlo todo», de mostrar «solamente lo bonito y lo bueno», pero el resultado «es un personaje en el que no aparece nuestra debilidad, que es lo que nos hace humanos. Es lógico, porque a todos nos cuesta, pero no puede ser que alguien se venga abajo porque cree no llegar a los cánones que marcan las redes sociales».
Por eso, defiende, «tenemos la misión de ser honestos y sinceros, porque nuestras vidas son comunes». Esto conlleva «no tener vergüenza a la hora de mostrar nuestros valores y nuestra fe, aunque no estén de moda. Tenemos que ser valientes», añade.