Una nube ingente de testigos rodea a la Iglesia en Madrid
Obispos, padres de familia, religiosas, sacerdotes y jóvenes forman un precioso mosaico que da a nuestra archidiócesis un rostro santo
Dice el Concilio Vaticano II que, en la vida de los santos, «Dios manifiesta al vivo a los hombres su presencia y su rostro» (Lumen gentium 50). Todos, de un modo u otro, sentimos especialmente cercanos a algunos santos y beatos; nos sentimos atraídos por sus vidas, vemos en ellos nuestros mismos gozos y esperanzas, tristezas y angustias, acudimos a ellos en nuestras necesidades, como hermanos mayores que nos preceden. Hay infinidad de santos «de la puerta de al lado», como señaló el Papa Francisco en Gaudete et exsultate; y, de entre ellos, la Iglesia propone a algunos para la canonización, es decir, para reconocer solemnemente la santidad de su vida.
¿Cómo es el camino? La Iglesia lleva a cabo un proceso de discernimiento profundo —que se conoce como causa de beatificación y canonización— en el que hace una lectura atenta de las circunstancias de la vida de cada candidato propuesto para ser reconocido como modelo e intercesor. Este proceso tiene dos partes. Una primera se lleva a cabo en la diócesis en la que este se entregó a Dios y a los hermanos, respondiendo a la llamada del Señor. En la segunda, la fase romana, se estudia y se discierne colegialmente la información recogida en la diócesis de origen, ayudando al Papa para que pueda declarar la beatificación y canonización.
La misión del obispo diocesano es investigar con detalle todo lo relativo a la vida, a la santidad, y a la fama de santidad y de signos de aquellos que en la Iglesia particular han vivido su fe de modo extraordinario, llegando incluso a entregar su vida mediante el martirio. Es en esta delicada pero preciosa tarea donde la Delegación de las Causas de los Santos le presta su ayuda. En primer lugar, asesorando sobre las posibles causas que pueden ser iniciadas, aquellas con una fama de santidad lo suficientemente extendida. En segundo lugar, recogiendo tanto la documentación como, sobre todo, los testimonios concretos de testigos que han conocido y convivido con el siervo de Dios. La santidad no consiste en una teoría abstracta, sino que se hace carne en momentos concretos, que van tejiendo una historia preciosa. En la delegación recopilamos todos estos testimonios de personas que recuerdan, muchas veces con emoción, momentos concretos en los que se han hecho patentes la fe, la esperanza, la caridad; momentos en que Dios ha revelado su rostro en la vida de los santos. Por último, se prepara la documentación para que pueda ser estudiada en el Dicasterio de las Causas de los Santos, acompañando la causa y resolviendo posibles dudas o dificultades.
En esta archidiócesis tenemos el privilegio de tener un grandísimo número de causas abiertas. No solo son muchos los santos y beatos que guardan relación con Madrid, sino también los que están en camino de ser reconocidos como tales. Obispos, padres y madres de familia, religiosas y religiosos, sacerdotes, adolescentes y jóvenes forman un precioso mosaico que da a nuestra Iglesia diocesana un rostro santo. Sin olvidar a los mártires, que entregaron hasta el último aliento de vida para dar testimonio de fe y de perdón, por encima de cualquier división social y política. Necesitamos volver a escuchar su voz como semillas de paz en una sociedad tan dividida y polarizada. Madrid es una Iglesia especialmente bendecida por la santidad. Con esta «nube ingente de testigos que nos rodea» (Hb 12, 1), tan cercanos, y cogidos de su mano, es mucho más sencillo que nuestra vida llegue a la meta que Dios ha soñado.