Una luz nueva brilla en San Andrés - Alfa y Omega

En todas las culturas, la luz pasa de fenómeno físico a arquetipo simbólico y religioso. La luz es la primera obra del Dios creador: «Dios dijo: “¡Haya luz!” y hubo luz»; estas palabras del Génesis son una especie de Big Bang que genera una epifanía luminosa, que marca una dialéctica frente a las tinieblas y el desorden.

¡De qué manera tan profunda trató el tema de la luz la mística española, especialmente el poeta y místico san Juan de la Cruz! Para él, la experiencia de la «noche oscura» del alma es preanuncio del encuentro con Dios.

Luz, espiritualidad, arte, belleza…son términos que se interrelacionan mutuamente. Entrar en una iglesia y encontrarse con la belleza de la música, las obras de arte… posibilita acercarse al misterio de Dios. El hombre está necesitado de belleza. La belleza es el antídoto a la vulgaridad. Esta convicción fue la que nos movió a impulsar la restauración de la iglesia de San Andrés y a buscar el corolario de su iluminación, todo ello para disfrute de los fieles y de cuantos lo visiten.

Hoy miramos con ojos nuevos este templo renovado. Es la última etapa de un proyecto que no hubiera podido culminarse sin la colaboración de muchos. No es posible explicitar mi agradecimiento a todos, aunque sí es necesario hacer mención de algunos: a los arquitectos del Arzobispado —Roberto y Javier—, por sus oportunas aportaciones; a José Luis Montes —que fue delegado episcopal de Patrimonio— por su inestimable ayuda y amistad; a la empresa instaladora —Acerouno— y a sus trabajadores, por su buen hacer y profesionalidad; y a Fernando Rojo, diseñador de iluminación internacional, y a su empresa Dlight. La gratitud a todos, y la acción de gracias a Dios, principio rector de todo nuestro obrar.