Este fin de semana, se celebra en Madrid el Congreso Católicos y Vida Pública, que cumple ya 14 años. Como sabéis, desde hace ya tiempo, dentro de este congreso los niños tienen el suyo propio, donde, con distintas actividades, tratan el mismo tema que sus padres. Este año, entre otras cosas, podrán conocer la historia de Santiago y Miguel, dos niños enfermos del corazón, y de su familia.
Santiago nació con un problema muy grave en el corazón, y se pasó cinco meses ingresado en el hospital, luchando entre la vida y la muerte. Cuando tenía cinco meses, lo llevaron a Estados Unidos, a un hospital que era el único donde sabían hacerle la operación que necesitaba, que era muy arriesgada: el corazón tenía que dejar de latir, y si no le llegaba la suficiente sangre al cerebro, podría sufrir un daño grave, como quedarse paralítico o algo peor. Gracias a Dios, la operación salió bien, y hoy Santiago tiene 12 años y hace una vida normal, incluyendo el deporte; aunque sabe que tiene que parar si se cansa, y cada cuatro años le operan otra vez para cambiarle el marcapasos que ayuda a su corazón a trabajar.
María, la madre de Santiago, explica que «la única forma en la que aguantas y superas» una situación así «es con la ayuda de la fe en Dios. Con tus propias fuerzas crees que no puedes, pero siempre hay alguien que te está ayudando». Por eso, «Dios está presente en todo lo que hacemos y decimos». Porque, aunque Santiago ya esté mejor, su enfermedad ha cambiado, para bien, la vida de su familia. Cuando los peores momentos habían pasado, sus padres decidieron utilizar su experiencia para ayudar a otras familias con niños enfermos del corazón, y crearon la Fundación Menudos Corazones. Entre otras cosas, les ofrecen apoyo, información y consejos, y también un sitio donde los padres pueden vivir gratuitamente si su hijo está ingresado en Madrid pero son de fuera. Además, visitan a los niños que, a veces, se pasan meses ingresados, para que sus padres puedan descansar. También sus otras dos hijas, Alejandra, de 14 años, y Eulalia, que nació después de Santiago, han convivido siempre con la enfermedad, y «Alejandra quiere ser cirujana cardiovascular».
Precisamente fue estando en un hospital, mientras acompañaba a un niño, cuando María conoció a Miguel, un bebé que estaba ingresado, totalmente solo, porque sus padres no se hacían cargo de él. Sabiendo las operaciones e ingresos que le esperaban, y que estaba solo, se plantearon acogerlo en su familia. Como han hecho siempre, pidieron a Dios que los guiara, y toda la familia estuvo de acuerdo. De hecho, cuando se lo plantearon a sus hijos, Alejandra dijo: «Mamá, podía ser Santiago. ¿Cómo no vamos a integrarlo en nuestra familia?». Así que, desde hace un año, Miguel, que ya tiene tres, es como un hijo más. Al principio, como había estado muy solo, «no sabía qué eran los besos, y huía. Ahora es él el que viene a darnos besos a nosotros. Y los tres lo quieren tanto que no sé si no le vamos a mimar un poco», comenta María. El año que viene, tienen que operar otra vez tanto a Santiago como a Miguel. «Es muy bonito, porque lo vivimos todos juntos, y Santiago es un ejemplo para Miguel».
En el Congreso Católicos y Vida Pública, que se celebra este fin de semana en la Universidad CEU San Pablo, de Madrid, en la calle Julián Romea, 23, María quiere contar a los niños «lo que significa estar muchos meses en el hospital. En los hospitales hay un colegio, y también salas de juego. Algunas de estas salas están cerradas sólo para algunos niños, que no pueden jugar con los demás porque no pueden contagiarse ni de un constipado»; empeorarían mucho.
«Hay cosas a las que pueden jugar, y otras a las que no; a veces, se pueden aburrir, y tienen que aguantarse cuando les pinchan muchas veces. Quiero que los niños del congreso sepan qué pueden hacer ellos», y por eso les va a pedir que escriban algo, o hagan un dibujo, «que dé a esos niños del hospital ánimo e ilusión, que no sientan que se han olvidado de ellos sólo porque están en un hospital. Quisiera que se pongan en su situación y piensen qué les gustaría que les dijeran a ellos. A veces, que un niño apoye a otro significa más que si lo hace un mayor».