Adolescencia: una etapa de preguntas
Una característica clave de los adolescentes es la búsqueda de identidad. Deberíamos acompañar su camino de hallar respuestas
En el desafiante mundo de la adolescencia ocurren cambios físicos, psicológicos y sociales. Esta etapa es tan crucial como vulnerable y se convierte en un terreno fértil para las grandes preguntas de la vida. Paloma Santos, voluntaria y formadora en el Centro de Escucha San Camilo y profesora de Filosofía con más de 30 años de experiencia, expresa que «si la filosofía es el arte de preguntar, la esencia de la adolescencia es profundamente filosófica».
Paloma indica que si hay una característica fundamental de los adolescentes es la búsqueda de su identidad. Se pierde la seguridad de la infancia y se inicia un camino hacia lo desconocido: lo que se llegarán a ser. En esta búsqueda se hacen preguntas sobre el sentido de la vida y de la muerte, la naturaleza del ser humano, la justicia, etc. En este contexto, deberíamos acompañarlos en su camino de hallar las respuestas: enseñarles a encontrar herramientas que les permitan crecer sanamente y evolucionar hacia aquello que quieren llegar a ser.
Marta Navarro, profesora de ESO y Bachillerato, participa en la formación de los Centros de Escucha de la diócesis y desde su experiencia en el aula manifiesta que percibe un profundo vacío existencial y una sensación de sinsentido entre los adolescentes. Para paliarlo, a menudo recurren a la anestesia de su mundo interior, evadiéndose en un torbellino de distracciones externas —por ejemplo, redes sociales o consumo de alcohol—. Sin embargo, señala que también ha aprendido que existe una vía para conectar con ellos: la escucha sin juicio. Este espacio les permite generar la confianza necesaria para abrirse con su vulnerabilidad.
Marta señala que el gran desafío al que muchos docentes y adultos se enfrentan reside en la falta de formación y de herramientas para una escucha verdaderamente empática. Se necesita aprender a infundirles la seguridad de que su mundo interior, expresado con autenticidad, no será invalidado ni juzgado. Ha comprobado que, en este ambiente de seguridad, son capaces de una reflexión y un discernimiento mucho más claros, pues no se sienten a la defensiva. Es imperativo que todos los que trabajamos con adolescentes nos formemos para responder a las necesidades actuales de una juventud inmersa en un mundo complejo y ambiguo, nos cuenta.
Del mismo modo, expone que esta llamada a la acción es aún más apremiante para quienes son profesores de Religión. Esta asignatura brinda una oportunidad única para el diálogo fe-cultura y para el cultivo de la dimensión espiritual del ser humano. En un aula donde se promueva una escucha genuina y una acogida incondicional, podemos ser faros de sentido para estos jóvenes. La fe, lejos de ser una imposición, se convierte entonces en una propuesta de plenitud, una respuesta al vacío que tanto les atormenta.
Concluye Marta que su tarea como profesora no es solo transmitir contenidos, sino también ser facilitadora de un encuentro profundo con su propia interioridad y con la trascendencia. Esto implica ir más allá de lo meramente cognitivo, adentrándose en el terreno de las emociones, las dudas y las inquietudes espirituales que habitan en cada uno de ellos para acogerlas y validarlas.