Una carrera de obstáculos para llevar ayuda humanitaria a Haití
La asociación Acoger y Compartir ha mandado un contenedor con varias toneladas de ayuda para los afectados por el terremoto de agosto, pero se enfrenta a un sinfín de problemas para llegar hasta quienes de verdad lo necesitan. La entidad ha preparado un meticuloso plan para evitar su saqueo
En 2010 la asociación Acoger y Compartir construyó una escuela en Haití, el país más pobre de América. Pero un mes después de inaugurarla, un terrible terremoto la tiró abajo y provocó la muerte «de todos los niños de la franja horaria de la tarde y de los profesores», asegura José Miguel de Haro, presidente de la entidad y párroco del Santísimo Redentor de Madrid.
Diez años después, la tierra volvió a temblar en la isla caribeña el pasado 14 de agosto, aunque en esta ocasión «no hubo que lamentar víctimas en ninguno de los colegios ni entre la comunidad de redentoristas», señala De Haro, al mismo tiempo que lamenta la muerte de las casi 2.500 personas que fallecieron a consecuencia del terremoto.
El seísmo, además, ha destruido cerca de 70.000 construcciones y ha condenado a vivir al raso a muchos miles de personas. Ante esta situación, es preciso mucha ayuda y durante mucho tiempo. Por eso, Acoger y Compartir acaba de enviar un contenedor al país. En su interior: 10.000 kilos de arroz, 5.000 kilos de frijoles, 5.000 kilos de garbanzos, 500 pares de zapatos nuevos, 100 bolsas de comida entregadas por Sánchez Romero, así como «todo el material que hemos comprado nosotros y el que han traído los fieles a la parroquia», detalla el sacerdote.
Está previsto que el contenedor llegue el 29 de septiembre. Pero hasta entonces, Acoger y Compartir no se ha quedado de brazos cruzados y ha posibilitado que tres personas viajen a Los Cayos –una de las zonas más afectadas– y «repartan dinero y tiendas de campaña a gente con la que tenemos contacto de forma habitual». La misión, sin embargo, no ha podido completarse con éxito. «En Los Cayos un grupo de motoristas rodearon al grupo y les robaron cuatro tiendas de campaña».
Problema de seguridad
No es problema aislado. «La inseguridad es muy grande», confirma José Miguel. La culpa la tienen varios grupos de bandas criminales, que incluso han saqueado camiones con ayuda humanitaria. Solo hay una carretera para acceder a la zona afectada por el temblor de tierra y pasa precisamente por un territorio que se disputan las bandas.
Ante esta situación, el contenedor se enfrenta a numerosas complicaciones para poder llegar hasta quienes necesitan su contenido para vivir. Pero desde la asociación han desarrollado un plan para sortear todas ellas. En primer lugar, «hay que evitar que las bandas sepan que ha llegado un contenedor con ayuda humanitaria». Una vez en tierra, «el contenedor es trasladado a una zona vallada» para evitar que alguien pueda entrar. «Se trata de una antigua casa redentorista que se vino abajo pero todavía está cercada», explica. Pero la valla no es suficiente. «También hay que poner vigilancia y confiar en que esta no dé el soplo…». Por último, se alquilan 4 o 5 furgonetas y se pasa el contenido del contenedor. «La idea es evitar llamar la atención por la carretera con un camión». A partir de ahí, la suerte está echada. «Otra opción es volver a contratar un barco o por avioneta».
Si todo sale bien, la asociación presidida por José Miguel mandará un segundo contenedor en octubre. «Ya lo hemos solicitado y estamos esperando a ver qué pasa con este primer contenedor y a que nos den fecha», concluye.