Una asignatura siempre pendiente
Cuatro millones de alumnos eligieron el año pasado cursar Religión, pero a pesar de este aval todavía son muchos los que cada año quieren eliminar esta asignatura de los planes de estudio. Religión sigue siendo, en el imaginario colectivo, una maría, una materia de poco valor y de carácter prescindible: «Creo que no son suficientemente conocidas las contribuciones educativas de los saberes religiosos en la formación integral de los alumnos», en concreto «los aprendizajes culturales y sociales que tienen que ver con el sentido, la ética y la experiencia religiosa que tarde o temprano toda persona tiene que resolver. Este modo de entender la enseñanza de la religión como mejora de la educación integral de los alumnos y alumnas, creo sinceramente que es poco conocido en muchos sectores sociales y culturales», afirma Carlos Esteban, coordinador de la formación permanente del profesorado de Religión en la Delegación Episcopal de Enseñanza de Madrid, y director del curso Clase de Religión y Democracia, que organiza hasta el martes la delegación en colaboración con el Colegio Profesional de la Educación.
La historia de la enseñanza de las religiones en la democracia se inició en el curso siguiente a la aprobación de la Constitución de 1978, en la estela de dos acontecimientos: la celebración del Concilio Vaticano II y la transición de la dictadura a la democracia en España. La Conferencia Episcopal optó entonces por «superar la enseñanza religiosa obligatoria de la dictadura y su modelo pedagógico catequético», en aras de un nuevo tiempo en el que enseñanza de la religión «empezó a ser opcional para las familias, con pluralidad de religiones en la escuela, y con un modelo pedagógico escolar», asegura Esteban, quien lamenta que a pesar de este salto cualitativo «en algunos sectores sociales y culturales de nuestro país es más conocida la historia de Religión en la dictadura que en la democracia. Es como si perviviera esa imagen de la religión y moral obligatorias que quedaron superadas tanto por el Concilio Vaticano II como por la transición democrática».
Una historia agitada
Desde entonces, Religión ha sobrevivido a varias reformas educativas en las que ha sido tratada de manera desigual, manteniéndose siempre en el alambre. La LOGSE y la LOE garantizaron su enseñanza como oferta por parte de los centros educativos, «pero su evaluación fue recortada y no hubo alternativa curricular para quienes no elegían Religión; es decir, sí garantizaban la asignatura, pero en condiciones de precariedad académica», dice Esteban. Más tarde, la LOCE y la LOMCE mejoraron su consideración al valorar su evaluación a todos los efectos y proponer otra materia como alternativa, «lo que garantiza la igualdad de oportunidades y evita cualquier discriminación escolar para el alumnado, elija o no clase de Religión». La última de estas escaramuzas es el anuncio que realizó hace apenas un año la actual ministra de Educación en funciones, María Isabel Celaá, declarando que la Religión «no será computable a efectos académicos y no tendrá ninguna alternativa como hasta ahora».
Este anuncio, tan aplaudido en algunos sectores, no coincide con la realidad de la demanda social sobre esta asignatura, ya que las familias españolas siguen eligiendo Religión año tras año. «Es una mayoría absoluta la que viene eligiendo Religión católica para sus hijos en estos 40 años, a pesar de todas las dificultades que ha atravesado», asegura el responsable del profesorado de Religión en la delegación de Madrid, quien lanza el dato de que el curso pasado la eligió el 62 % del alumnado de nuestro sistema educativo, acercándose a cuatro millones el número de alumnos en las aulas de Religión: «Son cifras que hay que valorar en el contexto de pluralidad social y de diversidad religiosa actual que ha cambiado sustancialmente en estos 40 años», dice Esteban, y añade que, en el último estudio sociológico que hizo la delegación sobre las familias que eligen Religión, «su satisfacción con las enseñanzas que reciben sus hijos alcanza el notable, lo que está muy bien».
Motivos ideológicos, no pedagógicos
Por eso, las acusaciones a la Religión de medio de adoctrinamiento «son valoraciones que obedecen a otro tiempo, porque con el modelo pedagógico actual de la materia todos los aprendizajes se proponen, no se imponen». En realidad, «se evalúa el aprendizaje de contenidos, no la adhesión a una fe. Por ello, creo que se puede decir que la impugnación de la Religión en la escuela se hace más por motivos ideológicos que pedagógicos».
Además, «es evidente que en una formación de calidad no se pueden reprimir ni suprimir aprendizajes que tienen que ver con lo que se ahora se denomina inteligencia espiritual, educación de la interioridad, competencia intrapersonal o de conciencia», concluye Carlos Esteban, quien advierte asimismo de la necesidad de «evitar cualquier adoctrinamiento», también del que podría afectar «a otras materias e incluso a todas las políticas educativas».