Una asamblea eucarística mundial

«Desde finales del siglo XIX, la Iglesia organiza congresos internacionales en honor a la Sagrada Eucaristía», que «son siempre oportunidades para manifestar nuestra fe», ha afirmado el cardenal cardenal Péter Erdö, arzobispo de Budapest. La ciudad que está albergando el 52º Congreso Eucarístico Internacional (CEI) es la capital de una nación de profundas raíces cristianas. Su primer rey, san Esteban (1000-1038), introdujo al pueblo húngaro en la comunidad de pueblos cristianos de Europa. La fe cristiana, la constancia, la enseñanza y el ejemplo de multitud de santos han sostenido a este país a través de las tempestades de la historia.

Hungría ya organizó un Congreso Eucarístico Internacional en 1938. El lema fue Eucharistia vinculum caritatis, porque en el mundo de entonces, lleno de tensiones, era fuerte el deseo de paz. Solo un año después comenzó la Segunda Guerra Mundial, que empujó a Hungría a la órbita comunista. Cientos de miles de personas fueron obligadas a huir del país y casi tres generaciones crecieron sin educación cristiana alguna. Hasta que, en 1989, la caída del telón de acero posibilitó un reflorecimiento de la práctica religiosa.

Ahora, este congreso ofrece a los católicos una nueva oportunidad de revitalizar su fe. Las palabras del salmo escogidas como lema, Todas mis fuentes están en ti, aseguran que Dios es la fuente inagotable de todo lo bueno. Este «surtidor de agua que salta hasta la vida eterna» se nos reveló en Jesucristo. En la Eucaristía, «fuente y cumbre de la vida cristiana» (LG 11) está el manantial de la vida, el espacio en el que la fe se une con las obras para construir la Iglesia misionera del Evangelio.

El CEI tiene el objetivo de confirmar la fe de los creyentes, reconstruir la identidad de la comunidad cristiana mediante una nueva evangelización, profundizar en la comunión con Cristo y con los hermanos y trabajar por la reconciliación entre los pueblos. En una sociedad dominada por la dictadura del relativismo, los cristianos pueden dar testimonio de la Verdad ante el mundo con la cabeza alta, con audaz serenidad, con caridad y mansedumbre según el ejemplo de Cristo.

Es también el lugar oportuno para consolidar el diálogo entre los cristianos, en la certeza que nos unen más cosas que las que nos dividen. Bajo la guía del Espíritu Santo, estamos llamados a resolver las cuestiones abiertas y a buscar, en la verdad, los caminos del futuro. El testimonio conjunto de los creyentes ofrece a los no creyentes la Buena Noticia de la salvación.

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