Una abuela australiana y una misionera mexicana, unidas por la Cruz de los Jóvenes - Alfa y Omega

Una abuela australiana y una misionera mexicana, unidas por la Cruz de los Jóvenes

Rodrigo Moreno Quicios
Philippa Torlonia, a la izquierda con su nieta Francesca. A la derecha, Fabiola Inzunza con la Cruz de los Jóvenes.

«Cuando veo a los jóvenes peregrinando y hablando entre ellos pienso: esta es la receta de la felicidad», opina Philippa Torlonia, australiana de 81 años y abuela de cuatro nietos. Forma parte del grupo de ancianos que en la Jornada Mundial de los Abuelos y los Mayores de este domingo 23 de julio entregarán la Cruz de los Jóvenes a peregrinos que irán a la JMJ de Lisboa del 1 al 6 de agosto. «Adoro a los jóvenes, estoy muy contenta de que el Papa haya promovido esta reunión. Esta relación puede darnos mucha alegría tanto a ellos como a nosotros», cuenta a Alfa y Omega.

Philippa nació en una familia protestante, se convirtió al catolicismo por el ejemplo de una amiga y se casó con un italiano en 1968. Desde entonces vive en Roma, donde ha criado a dos hijos y cuatro nietos. Tiene predilección por Francesca: «Es síndrome de Down, estamos muy unidas y es la más pequeña de mis nietos en Italia». Tiene otro aún más pequeño en Australia, donde volvió uno de sus hijos. Precisamente por sus orígenes australianos, Philippa entregará la Cruz de los Jóvenes como representante de Oceanía, dado que para la Jornada Mundial de los Abuelos se ha querido que un anciano de cada continente pase su testigo a un joven.

Torlonia considera «importantísima» la JMJ de Lisboa porque «nuestro futuro está en riesgo y queremos ayudar a protegerlo». Se rebela contra que «los jóvenes estén siempre pegados al teléfono» y le apena ver a sus nietos así «incluso cuando vamos a un paisaje espectacular». Cree que los abuelos pueden ayudarles a vivir más el momento presente y a desenredarlos cuando Internet los atrapa.

Comunión entre generaciones

«Mi misión es dar acogida en Roma a muchos jóvenes que vienen a rezar frente a la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud», cuenta Fabiola Inzunza, mexicana, de 27 años, misionera de la Comunidad Católica Shalom y miembro del Centro Internacional Juvenil San Lorenzo. Su sede alberga la primera Cruz de los Jóvenes, hoy considerada una reliquia, que Juan Pablo II entregó a los peregrinos durante la JMJ de 1984 y que todos los viernes se saca a la Plaza de San Pedro para evangelizar. Casi 40 años después, Fabiola será una de los cinco elegidos que recibirán la actual Cruz de los Jóvenes de manos de los ancianos. Le hace mucha ilusión estar en la jornada de este domingo porque «para mí significa creer en la riqueza de la comunión entre generaciones».

La mexicana cree que puede aprender mucho de los ancianos, como ya lo hace de su «abuelita»: «Cuando uno ve a una persona mayor, vemos el cansancio y las arrugas, pero también la perseverancia y fidelidad de todo lo que ha realizado en la vida». Y se propone «llevar la esperanza de que si perseveramos, podemos cambiar el mundo». Tras dos años en Roma, ha visto que los abuelos italianos y los latinoamericanos se parecen mucho «en su generosidad y en que siempre te están esperando con un plato de comida».

Se siente muy afortunada de poder recibir la cruz porque, «como una persona que ha consagrado su vida a Dios, me recuerda que por la cruz fui salvada pero también enviada en misión». Además, recibirla de cinco personas de todos los continentes significa para ella «que Dios cumple sus promesas en mi vida y que pertenecer a la Iglesia universal que abre sus brazos confirma la elección de Dios».

La Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores es una de las grandes apuestas del pontificado de Francisco, quien siempre insiste en el diálogo entre generaciones. Fue instituida en 2021 con apoyo del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y este año lleva como lema Su misericordia se extiende de generación en generación.