Un tripulante del Bel Espoir: «Ha sido la experiencia más transcendental que he vivido nunca»
Job Casas se enroló providencialmente en la expedición apenas dos días antes de que zarpara el barco, cuya misión era «cultivar encuentros» con los que «destruir divisiones»
La experiencia, ya antes de que comenzara, tenía todos los ingredientes para ser una vivencia que marcara un antes y un después en la existencia de sus protagonistas. Embarcarse en una goleta de tres palos -el Bel Espoir-, para navegar a vela por el Mediterráneo, difundiendo un mensaje de paz y de diálogo, junto con personas desconocidas de otras culturas y religiones, no puede dejar indiferente.
Y no lo ha hecho. O por lo menos no lo ha hecho en el caso de Job Casas, un joven catalán que utiliza estas palabras para explicar lo que ha ocurrido: «Ha sido la experiencia más transcendental que he vivido nunca. Hablando ahora con familia y con amigos, les decía que me ha supuesto una transformación en todos los aspectos. De hecho, creo que tiene todos los componentes para que, si quieres y estás dispuesto, te cambie por completo».
El buque zarpó el pasado el pasado 3 de marzo del puerto de Barcelona con destino a Tetuán, pero a lo largo de los próximos ocho meses visitará también ciudades como Palermo, Estambul o Atenas. A bordo del barco viajarán por turnos 200 jóvenes de entre 20 y 30 años, procedentes de diferentes países, creencias y culturas para «cultivar encuentros» con los que «destruir divisiones», unas expresiones del Papa Francisco que iluminan la iniciativa. Aunque esta, en realidad, ha sido impulsada por la archidiócesis de Marsella en colaboración con todas la diócesis, como la de Barcelona, por las que pasará el barco.

Dentro del barco las palabras del Santo Padre se han cristalizado con naturalidad. «Al final, han sido muchas horas» encerrados en 29 metros de eslora. «Hemos cocinado, limpiado, izado velas e incluso vomitado juntos». Poco a poco, «hablando con los demás, uno se va dando cuenta que es infinitamente más lo que nos une que lo que nos separa», manifiesta Casas, que ha podido sacar un hueco para atender a Alfa y Omega a pesar de que «como he estado dos semanas fuera pues se me ha acumulado el trabajo».
De hecho, este animador socio cultural procedente de Casserres tan solo ha conseguido apreciar dos diferencias con sus compañeros de expedición: el lugar de nacimiento y las dificultades encontradas. «Son personas iguales que tú, haciendo lo mismo que estás haciendo tú, pero que simplemente han nacido en el otro lado del Mediterráneo», asegura el joven. Y esto, añade, «el hecho de proceder en un país como Líbia, Egipto o Marruecos, te genera unos obstáculos estratosféricos».
Darse de bruces con esta realidad, «me ha hecho, como mínimo, tener un mayor sentimiento de gratitud hacia lo que estoy viviendo y darme cuenta de los privilegios o no que uno tiene en función de su lugar de procedencia». Junto con eso, Job Casas se ha convencido de que «si yo, desde mi posición privilegiada, estoy haciendo lo mismo que la otra persona, quizá debería hacer alguna cosa más para que mi privilegio sea también el suyo», concluye.