Un testimonio de evangelización - Alfa y Omega

Un testimonio de evangelización

Ante la ya inminente Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, nuestro cardenal arzobispo ha mantenido en COPE esta conversación con Javier Alonso Sandoica:

Javier Alonso Sandoica
Llegada de la Cruz de los jóvenes y del icono de la Virgen para la JMJ a la playa de Icarai, en Niteroi, frente a Río, el pasado 19 de mayo.

Nos queda aproximadamente un mes para la Jornada Mundial de la Juventud. De nuevo el Papa, esta vez el Papa Francisco, convoca a todos los jóvenes católicos para ese gran encuentro.
Más o menos dentro de un mes, un poco más, el grupo sobre todo diocesano de Madrid emprenderá el camino del cielo, hacia Brasil. Iremos a Sao Paolo; será la ciudad nuestra de la semana previa. Después, nos trasladaremos a Río de Janeiro, pasando por el santuario de Nuestra Señora de Aparecida, donde haremos una estación para la oración, para la celebración mariana. Será el último paso de la semana previa a la semana a tope de Río de Janeiro; así que hay que animar a los jóvenes a que vengan con nosotros, a la XXVIII JMJ en Brasil, prácticamente la primera en un país de la América iberoamericana. Yo creo que merece la pena, y como dicen ellos, hay que cargar las pilas de entusiasmo, de fe, y de empeño misionero, porque ellos tienen que ser los primeros evangelizadores de las nuevas generaciones de los jóvenes católicos y, a través de los jóvenes católicos, de toda la juventud del mundo.

Por la experiencia que tenemos, esas semanas previas son siempre trascendentales. Es una maravillosa preparación del corazón para el Señor.
Es evidente, porque primero es una ocasión para estar muy cerca de la realidad de la Iglesia en el lugar. En Brasil, los grupos de jóvenes, parroquiales y de movimientos y organizaciones católicas de apostolado, pueden ofrecernos posibilidades de contacto muy personales, incluso casi de amistad personal, y así conocernos más; no sólo humanamente, sino espiritualmente y, sobre todo, apostólicamente. Seremos uno de los grupos más significativos, la semana previa en Sao Paolo.

Ese tiempo de mucha amistad, y de mucha oración, prepara luego el encuentro con el Papa: es un gran momento en que los jóvenes abren el corazón, y en ese momento el Señor transmite, dependiendo de la generosidad de cada uno, toda la fe.
Benedicto XVI, cuando comentó el miércoles inmediatamente siguiente a la JMJ de Madrid 2011, la calificó como una verdadera cascada de luz y, lo más interesante creo yo, en este momento de cara a Río, es que fue una verdadera expresión de lo que debe ser la nueva evangelización. Esa oportunidad la vamos a tener de nuevo en Brasil. La JMJ siempre es un gran acontecimiento de la Iglesia: la Iglesia de todo el mundo se hace presente y cercana en un mismo lugar y, por lo tanto, la comunicación personal, la comunicación de la fe que se profesa, de la esperanza, de la caridad, adquiere unas dimensiones extraordinariamente dinámicas, muy limpias. Se vive la catolicidad: detrás del Papa está Cristo. Es una ocasión de una experiencia del a Cristo, del encuentro con Él, de una extraordinaria riqueza, que después se hace fecunda ya en la vida ordinaria de los jóvenes, en la vida cristiana, en la vida eclesial; y también un camino de servicio a los demás profundamente enraizado en la fe y en la presencia del Señor, que es quien lo transforma todo.

Cristo nos saca de todas las crisis

En las Jornadas Mundiales de la Juventud, expresión de la nueva evangelización, los jóvenes descubren su papel como miembros vivos de la Iglesia.
Sí, dentro y para afuera. La JMJ es ciertamente una ocasión, una forma de vivir la comunión eclesial muy activa, y diríamos como muy testimonial. Y no de forma aislada, sino formando como un gran pueblo, representación del gran pueblo de Dios, que es la Iglesia extendida por todo el mundo. Pero a la vez, por su propia naturaleza, todo acto de fe, de pertenencia a la Iglesia, de protagonismo de la Iglesia, lleva consigo la exigencia de darlo a conocer a los demás, de ser testigos. Eso, las JMJ lo han conseguido de una forma extraordinariamente eficaz y bella, incluso respecto a las personas que no son jóvenes. ¡Cuántas veces he oído, después de la JMJ de Madrid, a gentes de todas las edades, lo que había significado para su vida cristiana y para la revitalización de su fe el haber presenciado —aun sin participar desde dentro— por televisión, por ejemplo, lo que había significado para ellos la Jornada Mundial de la Juventud! Eso se va a repetir en Río de Janeiro. Es importante saber que los jóvenes católicos del mundo, con el Papa y muchos de sus obispos, van a dar ante el mundo un testimonio de que Jesucristo está vivo y de que Jesucristo sale al encuentro del hombre, y es el que nos saca de todos los abismos y de todas las crisis. Eso lo diremos, lo cantaremos, lo mostraremos y lo experimentaremos todos juntos.

¡Ojalá que muchos jóvenes madrileños se apunten para esta Jornada Mundial de la Juventud!
Sí, serán muchos cientos. En conjunto, algunas parroquias, algunos colegios y movimientos han comenzado, desde hace muchos meses, a prepararse para ir a Río de Janeiro, incluso, naturalmente, con la búsqueda de recursos económicos. Estamos en tiempos de crisis, el desplazamiento es lejos, por lo tanto cuesta lo suyo. Pero también lo haremos con mucho espíritu de caridad fraterna y de apoyo mutuo entre todos, y también con la oración, para que el efecto de transformación de los jóvenes, de sus almas y de sus corazones, les sirva para estar más cerca de las necesidades de sus hermanos, de los jóvenes de todo el mundo; en este caso, en primer lugar de los de América del Sur, pero también después los de España, y para ser apóstoles de la caridad de Cristo y del amor de Cristo, y por lo tanto apóstoles de la doctrina social de la Iglesia, cuando vuelvan a España.