Los Decretos de la Congregación de las Causas de los Santos sobre martirio y los relativos a los procesos de santidad dibujan un retrato de la santidad extraordinariamente diverso y fecundo. Los últimos Decretos, hechos públicos la semana pasada, contemplan, por ejemplo, el milagro de la Venerable Francisca de Paula de Jesús, llamada Nha Chica, una mujer brasileña, hija y nieta de esclavos, analfabeta y huérfana desde los diez años. Llevó una vida entregada a Dios y a la caridad hacia los más pobres, extendiéndose en torno a ella una fundada fama de santidad. Tenía una devoción especial a la Virgen María. Compuso una novena a la Inmaculada y construyó, al lado de su casa, una capilla para su veneración, meta de peregrinación de muchos de sus coetáneos, que le pedían oraciones pos sus intenciones particulares; cuando se cumplían, simplemente respondía: «Es porque rezo con fe», decía.
El caso más conocido de los últimos Decretos es probablemente el del sacerdote italiano don Giuseppe Puglisi (foto de primer plano), asesinado por odio a la fe en Palermo (Italia), el 15 de septiembre de 1993. Le llamaban Don Pino, y dedicó su ministerio a preservar a los más pequeños del nocivo y asfixiante ambiente de la mafia y de la droga, que crecía junto a su parroquia. En su visita a Palermo, Benedicto XVI dijo de él que «se preocupó por la educación de los niños y de los jóvenes, y al mismo tiempo se encargó de que cada familia cristiana viviera la fundamental vocación de primera educadora de la fe de los hijos».
La Santa Sede ha reconocido también el martirio de Devasahayam Lázaro Pillai, un laico hindú que fue asesinado por odio a la fe católica en su país, el 14 de enero de 1752; se convirtió al cristianismo por la amistad con uno de los marinos holandeses que fueron hechos prisioneros por el rey de su región. Holandés fue también el sacerdote Ludwig Tijssen, un humilde cura de pueblo entusiasmado por la música y conocido por su amor a los enfermos y a los pobres, que falleció en 1929; su vida sencilla sigue siendo hoy modelo de fe para muchos holandeses. El Vaticano ha reconocido hoy sus virtudes heroicas, como también las del famoso monseñor Fulton Sheen (foto de la derecha), estadounidense, obispo de Rochester, gran divulgador de la fe católica en los medios de comunicación y presentador de numerosos programas de televisión, durante los años 50 y 60. En 1979, tres meses antes de morir, el Papa Juan Pablo II le abrazó y le dijo: «¡Has escrito y hablado bien de Nuestro Señor Jesucristo. Eres un hijo leal de la Iglesia!».