El pasado lunes, la bandera ondeó a media asta en todos los edificios públicos y buques de la Armada «como testimonio del dolor de la nación española y en señal de condolencia con las familias y demás personas allegadas a los fallecidos y desaparecidos del naufragio» del barco pesquero Villa de Pitanxo en aguas de Terranova (Canadá). En línea con lo que han expresado distintas voces de Iglesia, en estos momentos es importante apoyar a las familias y mostrarles cercanía, así como rezar por ellas y por el eterno descanso de las víctimas.
Esta tragedia es, además, un recordatorio de la enorme labor que realizan las gentes del mar cada día, incluso en medio de la pandemia, para facilitar la vida a tantas y tantas personas. Es un trabajo esencial para nuestra sociedad que no siempre goza del merecido reconocimiento y que está lleno de dificultades y renuncias, como pasar meses sin pisar tierra firme, lejos de casa y de los seres queridos. La sociedad no debería volver la vista hacia estas personas únicamente cuando llegan las malas noticias, sino tenerlas presentes cada día y plantearse qué se puede hacer para garantizar su protección y mejorar sus perspectivas.