Un nuevo equilibrio - Alfa y Omega

El cardenal Marc Ouellet inauguró el reciente simposio sobre la teología del sacerdocio, que ha tenido lugar en Roma, con un discurso penetrante y exigente. Comenzó mostrando la necesidad de clarificar las raíces del «clericalismo», tantas veces denunciado por el Papa. A su juicio, en la base de este fenómeno se encuentra un desequilibrio nacido históricamente de la defensa del sacerdocio ministerial atacado por la Reforma protestante. La forma en que se desarrolló esa defensa (por lo demás, necesaria en aquel contexto) provocó una sobrevaloración del sacerdocio ministerial a costa del sacerdocio común de todos los bautizados que, según Ouellet, «ha sido prácticamente olvidado en el mundo católico».

Por eso propuso profundizar en el horizonte global del sacerdocio de Cristo, con sus dos formas de participación, bautismal y ministerial, de modo que se establezca un nuevo equilibrio. Además de clarificar el trasfondo del drama de los abusos, eso servirá para alentar el entusiasmo por todas las vocaciones en la Iglesia, que se necesitan y se sostienen mutuamente. El protagonista de la misión es el entero Pueblo de Dios, con todas sus vocaciones y carismas.

En el discurso del Papa destaca su afirmación de que «el Señor toma al sacerdote de en medio del pueblo y lo envía al pueblo, de tal modo que su identidad no se entiende sin esta pertenencia». Para comprender de nuevo la identidad del sacerdocio hay que estar en estrecha relación con la vida real de las personas, reconociendo sus heridas, la abnegación y sacrificios de tantos padres y madres de familia, y también las consecuencias de la violencia y de la injusticia.

No me resulta difícil entender concretamente lo que significan estas referencias de Francisco, porque he visto a muchos curas entrar en las llagas de la vida de la gente para hacer presente en ellas «la fuerza operante de la Resurrección». Es esencial, por otra parte, que el sacerdote viva la amistad y la compañía de las familias, de los jóvenes, de los ancianos, de los consagrados. Es importante formular todo esto teológicamente y, sobre todo, que se haga carne en nuestras comunidades.