Un mecenas «al servicio de la evangelización» - Alfa y Omega

Un mecenas «al servicio de la evangelización»

La iniciativa de fieles como Pepín ha hecho que se recupere la antigua figura del mecenas en el arte religioso. «Los católicos podemos hacer mucho por transmitir la fe a través del arte», asegura

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
Pepín y Javier Hoyos trabajan en la decoración de la capilla sixtina de Laredo. A la derecha: El Cristo resucitado de San Mamés de Aras «ofrece fe y esperanza a los que pasan por allí», dice Pepín. Fotos cedidas por José Martínez Revuelta.

El amor al arte, el amor a su tierra y el amor a la fe han sido los motivos que han movido al empresario jubilado José Martínez Revuelta, Pepín, a financiar las recientes obras pictóricas que decoran las paredes de la iglesia de San Mamés, en la localidad de San Mamés de Aras (municipio de Voto) y del convento de las trinitarias de Laredo, ambos en Cantabria. Al igual que los antiguos mecenas, Pepín no ha dudado en poner su patrimonio «al servicio de la evangelización de las gentes de mi alrededor a través del arte».

Las de San Mamés de Aras son dos enormes pinturas: una preside la iglesia desde el coro y representa al joven mártir de Capadocia que da nombre al pueblo, rodeado de los leones que respetaron su vida cuando fue arrojado al circo romano. La del exterior da al cementerio lateral de esta coqueta iglesia del siglo XVI. Sobre uno de sus muros se levanta un imponente Cristo resucitado que mira de frente, con el escrito: «La muerte no es el final». «Es la pintura de la que más orgulloso estoy», afirma Pepín. «Se puede ver desde todos los recodos del pueblo y quien sube o baja puede encontrarse con una imagen que da mucha esperanza. Es como si dijera: “No te preocupes por nada, ten fe”».

Un método en vías de extinción

La de este Cristo ha sido una obra especialmente valiosa, porque sigue la técnica de la pintura al fresco al modo romano. «Es un método tradicional antiquísimo que data de milenios de antigüedad sin variar apenas nada», afirma el pintor Javier Hoyos Arribas, el autor de la obra. «Se pueden contar con los dedos de la mano los artistas que pintan con esta técnica, porque sigue un proceso muy trabajoso y metódico, con materiales que apenas se encuentran. Está prácticamente en vías de extinción», añade.

La historia de Pepín es la de cualquier joven español de la posguerra que se movió buscando un porvenir para él y los suyos. «Mi padre era un humilde pescador de Laredo y yo tuve que salir de casa porque en aquellos años no había horizonte para los jóvenes», afirma. Se fue a México a probar fortuna, pero «no llegué a hacer las Américas. Me volví a España con cuatro duros y con mi familia. Aquí me metí en el negocio de las naves industriales, tuve un restaurante y luego creé una empresa de 500 personas en el sector del automóvil». Hoy, ya retirado en su rincón de la montaña cántabra, acude a Misa a San Mamés de Aras, «una zona muy bonita pero envejecida, donde los curas son unos titanes porque van de pueblo en pueblo para las celebraciones».

Al notar cómo la despoblación de la zona afectaba a la asistencia a Misa, «quise hacer más agradables a mis vecinos las celebraciones», explica Pepín, y por eso contactó con Javier Hoyos, también de Laredo. El artista se define como «un pintor realista que sigue parámetros clásicos» y tiene en su haber numerosas obras de tipo religioso encargadas por hermandades, cofradías y parroquias de toda España. Con Pepín mantiene una relación «sobre todo de amistad», en la que han colaborado de modo que «yo le presento un boceto de la pintura y él me da algunas sugerencias, respetando siempre mi libertad creativa».

El pintor considera que «la figura del mecenas ha sido fundamental en la historia del arte». Y subraya que «es necesario recuperar la figura del mecenazgo, ya que por el contrario el arte religioso se acabaría». Lanza este desafío tanto a particulares y organizaciones como a la Iglesia misma. «El arte es un instrumento para la evangelización y para difundir el mensaje cristiano. Ha sido así desde siempre».

La capilla sixtina de Laredo

La última colaboración entre ambos ha sido la que se ha dado en llamar la capilla sixtina de Laredo, en el convento de las monjas trinitarias de la localidad cántabra. Se trata de un espectacular mural presidido por las figuras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo que pueden admirar tanto los turistas como los peregrinos que pasan por allí camino de Santiago de Compostela.

«Los católicos de a pie pueden hacer mucho por el revivir de los cultos en las iglesias, haciendo de la Misa un tiempo piadoso, participativo, agradable», además de «un punto de encuentro entre vecinos», dice Pepín. Por eso, «aunque hoy las cosas sagradas no están de moda, a mí me gusta ir contracorriente». A lo mejor con estas pinturas «aquellos que las vean se planteen preguntas para su vida. Quizá alguno se acerque a la fe o pueda recuperar algo de la que tuvo de niño», concluye el empresario.