Un lugar donde yacen las ánimas - Alfa y Omega

Un lugar donde yacen las ánimas

En la localidad vallisoletana de Wamba se encuentra la iglesia de Santa María, románica con restos mozárabes, que alberga una capilla de ánimas con calaveras que datan del siglo XIII

Cristina Sánchez Aguilar
En el siglo XI el antiguo cenobio pasó a ser propiedad de la infanta doña Sancha. Foto: Juan Pablo Hervada.

La iglesia de Santa María, ubicada en la localidad de Wamba, provincia de Valladolid, es Bien de Interés Cultural desde 1931. El templo es románico, del siglo XII, pero el crucero, junto con las capillas de la cabecera, son de estilo mozárabes. Una de sus grandes curiosidades es que tiene otra capilla, la del Osario, decorada con cráneos y huesos humanos.

El municipio de Wamba, de poco más de 300 habitantes, alcanzó su máxima población en 1910, con 775 pobladores. La leyenda ubica en esta tierra de gran importancia geoestratégica, por ser fronteriza en la Alta Edad Media entre León y Castilla, a la ciudad visigoda de Gérticos y, como curiosidad, es el único municipio de España cuyo nombre comienza con w. «Hasta 1910 se llamó Bamba, pero, por iniciativa del Ayuntamiento local, cambiaron el nombre para germanizarlo y distinguirlo de otros topónimos Bamba existentes», explica el párroco, Juan Pablo Hervada.

Lo orígenes del municipio de Wamba se remontan a la prehistoria. Posteriormente tuvo un hábitat celtíbero, según apunta la aparición de restos romanos, como un ara de altar dedicado a Júpiter en el pago de Santa María. «También la leyenda sitúa aquí el fallecimiento del rey godo Recesvinto —donde paró para tomar agua—». De lo que sí se tiene constancia histórica es del asentamiento visigodo en el mismo lugar donde hoy se ubica la iglesia. Aunque desde la caída del reino visigodo, en el 711, hasta prácticamente dos siglos después, el lugar se quedó en el olvido. Fue la Reconquista en su fase asturleonesa y la repoblación del área del Duero a través de los mozárabes lo que recuperó el antiguo asentamiento y constituyó un cenobio mozárabe. El siglo XI fue una época de desarrollo del cenobio, que pasó a ser propiedad de la infanta doña Sancha. Se tiene constancia de que en el año 1140 la infanta lo donó a la Orden de San Juan «para el servicio de los pobres». El templo, en 1211, acogió el enterramiento de doña Urraca de Portugal, la primera consorte del monarca Fernando II de León. En el siglo XVIII, con la transformación de la Orden de San Juan de Jerusalén en Orden de Malta, la encomienda adquiere un nuevo protagonismo, que se refleja en la ampliación del templo con pórtico y sacristía. En 1837, con la desamortización de los bienes de la orden, la iglesia se convirtió en templo parroquial de la diócesis.

De esta construcción inicial se conservan las pinturas prerrománicas en el altar mayor, las capillas de la Epístola y el Evangelio, colaterales a dicho altar, y el transepto con acceso a la sacristía y al corredor —hoy mal denominado claustro— que facilitaba la entrada desde el templo al antiguo claustro y a la zona conventual. «En una perforación de la bóveda del altar mayor se ubicó posteriormente un pequeño relicario propio del culto medieval», explica el párroco. Además, las pintura murales presentan una clara influencia orientalizante en el diseño.

El osario, el más grande de España, apenas conserva un tercio de las calaveras que llegó a albergar a mediados del siglo XX. Gregorio Marañón, en un estudio sobre los restos óseos, señaló que había calaveras que databan del siglo XIII. La teoría mas consensuada es que pertenecen a miembros de la encomienda cuyo ritual de enterramiento podría ser venerar los restos de sus miembros en una capilla de ánimas, cuyo culto tiene otras referencias dentro de la orden.

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