Un cura exiliado: «Es una masacre lo que están haciendo con la Iglesia de Nicaragua» - Alfa y Omega

Un cura exiliado: «Es una masacre lo que están haciendo con la Iglesia de Nicaragua»

Tras la expulsión del presidente de los obispos de Nicaragua siguen saliendo sacerdotes del país, afirma uno de los protagonistas de un reciente documental

José Calderero de Aldecoa
Carlos A. Monterrey y De Haro durante la entrevista en Costa Rica
Carlos A. Monterrey y De Haro durante la entrevista en Costa Rica. Foto cedida por Fernando de Haro.

«18 horas de fuego ininterrumpido». Una de las últimas noches que Carlos A. Monterrey pasó en Nicaragua, antes de tener que huir a Costa Rica acosado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, lo hizo refugiado en la parroquia de la Divina Misericordia de Managua. El joven estudiante había buscado cobijo en el templo junto a un grupo de compañeros que protestaban por la deriva dictatorial del Gobierno. Y hasta allí los persiguieron varios destacamentos de paramilitares, que no dudaron en abrir fuego y ametrallar el lugar a pesar de la sacralidad del recinto. Balas contra plegarias durante 18 horas seguidas. El pulso duró casi un día entero y solo concluyó tras la intervención de la Conferencia Episcopal de Nicaragua, cuyo presidente —Carlos Herrera— ha sido recientemente desterrado después de que criticara un tumulto organizado por la Administración a las afueras del templo en el que se celebraba Misa. «Gracias a la intervención de los obispos pudimos salir. Fuimos llevados hasta la catedral de Managua, donde nos esperaban nuestras familias y distintas ONG de derechos humanos que nos tomaron declaración», rememora el joven en entrevista con Alfa y Omega. Pero no salieron todos los que entraron. Los cuerpos de Gerald Vásquez y Francisco Flores quedaron yaciendo sin vida en el interior de la iglesia a causa de los disparos.

En los días posteriores, el Gobierno inició «una cacería contra todos los chicos que habíamos sobrevivido al ataque del templo», asegura Monterrey. Al que capturaban, «le sometían a distintos tipos de torturas para que revelara información sensible de otros grupos de estudiantes que protestaban por la situación del país». En este contexto, el joven tuvo que escapar a Costa Rica, donde a día de hoy trata de salir adelante. Allí mismo se encontró recientemente con el periodista Fernando de Haro, que ha grabado un nuevo episodio de su serie de documentales sobre la persecución religiosa en el mundo. Precisamente, Carlos A. Monterrey es uno de los rostros protagonistas del documental, que lleva por título Nicaragua levantará. El filme, cuyo estreno estaba previsto para enero, acaba de adelantar una primera entrega ante el recrudecimiento de los ataques contra los católicos. 

Delante de la cámara del periodista también aparece el líder estudiantil Lesther Alemán, que recuerda a su compañero Álvaro Conrado, de 15 años, asesinado de un disparo en el cuello cuando trataba de llevar agua a los jóvenes que protestaban contra el régimen. «Se ahogó en su propia sangre», lamenta Alemán. O Valeska, otra estudiante que experimentó cómo un policía se la quedó mirando, le dijo que la iba a matar y tuvo que correr para esconderse donde pudo. O el dominico Rafael Aragón, que, en conversación con Alfa y Omega, reconoce que «estaba asediado» por el Gobierno de Daniel Ortega. «La causa de la persecución» fue su «solidaridad con la causa de la insurrección» y las «manifestaciones críticas contra la represión del Ejecutivo», expresada sin tapujos en el programa de análisis social que el dominico tenía en Radio Veritas. Finalmente Aragón, que es oriundo de España, tuvo que salir del país, donde llevaba 48 años. El religioso incluso vivió durante al menos seis meses bajo la anterior dictadura de Nicaragua, la del general Anastasio Somoza, que paradójicamente fue derrocada por la misma revolución sandinista que ahora ha instaurado su propio régimen autoritario. «Durante la dictadura de Somoza había que tener cuidado con lo que se decía, pero nunca hubo una persecución directa a la Iglesia». Ahora, sin embargo, «es una masacre espantosa lo que están haciendo con la Iglesia de Nicaragua», denuncia el fraile. «Estos últimos días están saliendo del país varios sacerdotes, pero no quieren decir nada para que no persigan a sus familiares. Salen clandestinamente a través de la frontera con Costa Rica».

Una fe impresionante

Para la grabación del documental, Fernando de Haro hizo el camino inverso. Intentó entrar al país legalmente por aire y también por vía terrestre, pero «en ambos casos había que rellenar un formulario con el que me habrían fichado irremediablemente». Al director no le quedó otro remedio que infiltrarse clandestinamente en Nicaragua. «Accedimos por uno de los puntos ciegos, donde supuestamente no hay control policial», explica a este semanario. «Es una zona de campo, aunque la incursión fue breve porque nuestros informantes nos dijeron que acababan de meter a otro periodista en la cárcel por hacer lo mismo y nos tuvimos que dar media vuelta».

Pero más que contar su experiencia, con Nicaragua levantará De Haro busca dar voz a toda esa gente que, «a pesar de haber estado en la cárcel» o de «haber sido torturados, tienen una fe impresionante. Muchos me decían que la persecución ha sido una ocasión de crecimiento personal». Un segundo objetivo es la denuncia: «Que la sociedad se entere de que en Latinoamérica, además de Venezuela y Cuba, hay otro régimen que es tan malo o incluso peor que los otros», concluye.

Carta del Papa

El Papa ha escrito una carta al pueblo de Nicaragua en la que asegura que, «en los momentos más difíciles, donde humanamente se vuelve imposible poder entender lo que Dios quiere de nosotros, estamos llamados a no dudar de su cuidado y misericordia». Así se expresa Francisco en la misiva que «desde hace tiempo» quería escribir. Finalmente, lo hizo el 2 de diciembre, en las vísperas de la fiesta de la Inmaculada, «para reiterar el cariño que profeso al pueblo nicaragüense, que siempre se ha distinguido por un amor extraordinario a Dios». Y añade: «La filial confianza que tienen en Él y también su fidelidad a la Iglesia son los dos grandes faros que iluminan su existencia».