Luigi Usubelli, el cura embarcado con Open Arms
Tras una experiencia en el velero Astral, Luigi Usubelli, capellán de los italianos en Cataluña, va a pedir al Papa que bote un barco de rescate en el Mediterráneo al que acudan jóvenes de parroquias
Luigi Usubelli es sacerdote en Barcelona. También migrante, aunque, como él mismo dice, de «serie A». Es italiano. Se ocupa de la atención pastoral de sus compatriotas repartidos por Cataluña, lo mismo que hizo años atrás en Australia. Le viene de familia. Nació hace 54 años en una colonia de un pueblo de montaña en el norte de Italia a la que iban a estudiar los hijos de las familias pobres del sur y en la que sus padres trabajaban como «custodios». Ahí entró en contacto con la diversidad: «Viví siempre de forma católica, universal».
Quizás por esta experiencia vital no resulte extraño que se haya embarcado durante una semana –iban a ser dos, pero se rompió el motor– en el velero Astral de la ONG Open Arms para surcar el Mediterráneo central. Su misión, otear el horizonte en busca de pequeñas embarcaciones con migrantes y refugiados a unas diez millas de Lampedusa. «Yo, que siempre he sido acogido, quería conocer a estas personas en dificultad. Así que hablé con Òscar Camps [fundador de Open Arms] y pedí permiso al Vaticano, al obispo de Bérgamo y al cardenal Omella. Todos me dieron su apoyo para realizar esta experiencia, que hice a título personal, pero también, de algún modo, representando a la Iglesia», explica a través de videollamada, ya de vuelta en Barcelona.
Le queda la pena, bien por las inclemencias del tiempo –tuvieron que estar dos días parados antes de salir de Siracusa– bien por problemas en uno de los motores, de solo haber podido participar en un día completo de rescate. «Fue un poco frustrante, porque la experiencia resultó muy corta», añade, al tiempo que confiesa que está planeando repetir acompañado de un laico o un diácono.
Con todo, durante ese día les dio tiempo a acercarse a tres embarcaciones que portaban más de 70 personas y lanzar la alerta a la guardia costera para que las rescatara. Según explica Usubelli, el velero Astral no lleva a cabo rescates, sino que avisa a las autoridades para que lo hagan ellas. Eso sí, antes de que estas últimas lleguen, se comprueba el estado de los ocupantes y se les ofrecen chalecos y agua.
Todavía mantiene en la retina el momento en el que avistó por primera una embarcación, apenas un puntito en la distancia. O el primer contacto en italiano, que, por razonas obvias, entabló él. «Allí descubrí la brecha entre lo real y lo virtual. He visto mil imágenes, pero cuando escuchas los gritos de las personas, en este caso de gozo, los cánticos… te toca las entrañas», reconoce. En este sentido, le ha hecho pensar sobre la propia fe y, en concreto, sobre el misterio de la Encarnación: «Dios se hizo hombre porque quiere tocar. Hasta que no te encuentras con la persona, no te toca el corazón». Acoger al migrante, subraya, «es una lucha espiritual» que todo cristiano tiene que afrontar, ya que «a todos nos cuesta acoger». Porque, continúa, no hay gente buena que acoge y gente mala que no acoge: «Este cura también lucha dentro de sí contra el rechazo a acoger».
Por eso, ve necesaria una invitación a que la Iglesia se enfrasque en esta batalla y que contemple una presencia en estas embarcaciones de rescate como un área pastoral más. «Si organizamos grupos misioneros que van a Sudamérica, ¿por qué no podemos enviar a jóvenes de parroquias o movimientos a que pasen dos semanas en el Open Arms u otros barcos? Se trata de mostrar que estamos ahí, fuera de toda lógica ideológica. Es una experiencia espiritual de encarnación del Evangelio», subraya.
El barco Fratelli tutti
Además de esto, dice que va a escribir al Papa Francisco para plantearle que compre un barco, lo llame Fratelli tutti, lo ponga en el Mediterráneo y que se nutra de voluntarios de las parroquias. «Si logro darle una carta con esta idea, estoy convencido de que aceptará. Yo me ofrezco como capellán», añade.
Aunque cree que habría que definir la figura del capellán y que las ONG dejaran espacio, la convivencia con sus compañeros de travesía –la mayoría no creyentes– también ha sido positiva. «Estaban contentos con mi presencia. Ellos ven cuando rezo o hago otra cosa y es un testimonio. Algunos tenían curiosidad por saber qué hacía un cura allí. Al hacerse presente, se abren muchas posibilidades», reconoce.
Con el capitán, de nacionalidad griega, Luigi Usubelli tuvo una gran sintonía. «Es griego ortodoxo y quería que le acompañara en su turno porque le gustaba hablar de espiritualidad. Al final, le reconocí que sabía más de teología que yo de navegación. Así que, 1-0 para él», concluye.
La Iglesia en España invita a vivir la Jornada Mundial del Migrante y Refugiado mirando «las migraciones desde Dios», en palabras de José Cobo, obispo responsable del Departamento de Migraciones en la Conferencia Episcopal. Una mirada que obliga a una respuesta desde la acogida y el encuentro. Y a ofrecer soluciones integrales. «Nos toca dar una respuesta real. Afectiva sí, pero también efectiva», como dice el comunicado de la Mesa por la Hospitalidad de Madrid.