Entre los pasados 17 y 19 de noviembre se celebró en Madrid el 25 Congreso de Católicos y Vida Pública, la ya veterana iniciativa de la Asociación Católica de Propagandistas y el CEU que, desde muy pronto, se ha ido convirtiendo en el principal referente anual del catolicismo social español. Su iniciador, Alfonso Coronel de Palma, quiso con ello ofrecer un punto de encuentro a las distintas realidades y movimientos católicos para impulsar su presencia en la vida pública, algo que fue acogido desde el principio con interés e incluso con entusiasmo.
25 años después, el congreso ha reflexionado sobre su propio sentido, descubriendo que, más allá de los innumerables actos de todo tipo realizados en este tiempo, solo habrá cubierto su objetivo verdadero si, además de eso, ha contribuido a la evangelización de y en la vida pública a pesar de la secularización reinante.
Por otra parte, el 25 congreso ha querido ser también una prueba actual de que es posible la evangelización de la sociedad, de lo que han sido potentes testimonios las extraordinarias ponencias de Jaime Mayor Oreja; Malek Twal, embajador en España de la Liga de Estados Árabes; el filósofo Juan Arana; el activista de derechos humanos Sebastián Schuff o Magnus MacFarlane-Barrow, fundador de Mary’s Meals (premio Princesa de Asturias a la Concordia 2023). Sumemos a ello el trabajo en los numerosos talleres, con valiosas conclusiones recogidas en el manifiesto final, y la fecundidad de los momentos de convivencia, pero quizá este año haya que destacar el éxito sin precedentes del congreso juvenil, con más de 400 jóvenes implicados en una jornada de testimonios, trabajo social y adoración que ha impactado a todos por la intensidad y la alegría.
Los 25 años de una experiencia como esta son un buen momento para echar la vista atrás y reflexionar sobre lo vivido, pero sobre todo para dirigirla hacia delante, para elevar la mirada, hacerse nuevos propósitos y señalar metas que en los comienzos hubieran parecido ilusorias. Siempre con la ayuda de Dios.