Eutanasia: un ataque a la dignidad
Con la ley de eutanasia parece que el mayor empeño del Ejecutivo es desarrollar su proyecto ideológico, cueste lo que cueste
La Comisión de Justicia del Congreso de los Diputados aprobó el 10 de diciembre el dictamen de la proposición de ley de eutanasia con la oposición del PP y de Vox. Para garantizar que el texto pasara por el Pleno antes de Navidad y no tener que esperar a febrero, se ha convocado una sesión más este mismo jueves. La idea es clara: acelerar para que la ley se pueda aplicar en primavera.
La tramitación, como ha denunciado la Conferencia Episcopal, «se ha realizado de manera sospechosamente acelerada, en tiempo de pandemia y en Estado de alarma, sin escucha ni diálogo público». El texto es un ataque a la dignidad única de cada persona y una muestra más de la peligrosa espiral subjetivista en la que se ha instalado parte de la sociedad. En palabras de los obispos, con él se produce «un cambio en los fines del Estado», que va a pasar «de defender la vida a ser responsable de la muerte infringida», y también «de la profesión médica», que por definición debe dedicarse «a curar o al menos a aliviar, en cualquier caso a consolar», nunca a causar muerte.
En este escenario, las diócesis españolas se unieron en una jornada de oración y ayuno el 16 de diciembre para pedir «leyes que respeten y promuevan el cuidado de la vida humana». Aquí entrarían una adecuada ley de cuidados paliativos –que sigue siendo una asignatura pendiente–, la mejora de la dependencia o distintas medidas de apoyo a la familia. Pero no se apuesta por ellas.
Con la ley de eutanasia, igual que con la reciente ley Celaá, da la impresión de que el mayor empeño del Ejecutivo es desarrollar su proyecto ideológico, a marchas forzadas y cueste lo que cueste. Aparte de que son materias que deberían abordarse con más calma y oyendo a todos, lo urgente ahora es centrarse en construir grandes acuerdos para afrontar la crisis sanitaria, económica y social que padece España. Es también momento de preocuparse más por la realidad y menos por el relato.