El vídeo se hizo viral en horas, pero me pareció prudente esperar alguna verificación oficial de su autenticidad. Las imágenes son tan brutales que Toivo Klaar, enviado especial de la Unión Europea para el sur del Cáucaso y la crisis en Georgia, escribió en Twitter que «si este vídeo se demuestra auténtico, entonces es un crimen de guerra que necesita ser investigado y que sus perpetradores sean castigados».
La confirmación se produjo el domingo. La portavoz del Defensor del Pueblo de Armenia confirmó que el vídeo es auténtico.
El espectador debe decidir si ve o no este asesinato a sangre fría de unos prisioneros de guerra armenios. Los soldados azerbaiyanos, gritan, les disparan, los matan y siguen gritando. Los armenios están sentados en el suelo, desarmados. Los azerbaiyanos les disparan casi a quemarropa. Lo que vemos no son soldados en acción, sino asesinos a cara descubierta. Un tipo que mata a sangre fría a prisioneros desarmados no merece el nombre honroso de soldado y sume en el deshonor el uniforme que viste.
Azerbaiyán lleva desde 2020 librando una guerra de destrucción contra los armenios. Primero atacó Nagorno-Karabaj y ahora ha agredido a la República de Armenia. El régimen de Aliyev se funda en el belicismo, el militarismo y la violencia. Primero hizo volar por los aires las conversaciones de Minsk. Ahora, aprovechando la debilidad de Rusia y la necesidad del gas azerbaiyano por parte de la Unión Europea, ha emprendido una guerra de agresión contra su vecino.
Armenia, el primer reino en convertirse al cristianismo, padece hoy, de nuevo, una crucifixión en la Historia. Se dice que su gobierno optó por Rusia, pero no es del todo cierto. En 2018, las revueltas populares pretendieron dar un giro europeísta al país, pero Europa no tuvo demasiado interés en Armenia. Cuando Azerbaiyán atacó a los armenios de Nagorno-Karabaj, Rusia ofreció tropas de mantenimiento de la paz. Ahora, cuando la atención del mundo está puesta en Ucrania, Bakú ha aprovechado para invadir la República de Armenia. Gracias al apoyo de Turquía, se sienten fuertes. Gracias a la debilidad de la UE, se suponen impunes.
Este crimen es uno más de los que Azerbaiyán ha cometido en estos años. Es necesaria una condena internacional. Es necesario imponer sanciones a los responsables. La Unión Europea no puede seguir traicionándose a sí misma a cambio del gas azerbaiyano.
En buena medida depende de nosotros, los europeos, que Azerbaiyán sufra las consecuencias de sus acciones.