Tú cargas con el pecado - Alfa y Omega

Tú cargas con el pecado

Sábado después de Ceniza / Lucas 5, 27-32

Carlos Pérez Laporta
Jesús carga con la cruz. James Tissot. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Evangelio: Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo:

«Sígueme».

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y los escribas diciendo a los discípulos de Jesús:

«¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?». Jesús les respondió:

«No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores a que se conviertan».

Comentario

Señor, «cuando ofrezcas al hambriento de lo tuyo y sacies al alma afligida, brillará tu luz en las tinieblas» (primera lectura). Lo tuyo es tu vida, y el hambriento es el pecador cuya alma está ensombrecida por su mal. Soy yo también. Y cuando Tú compartes lo tuyo conmigo brilla tu luz en mis tinieblas. Pero no solo tu luz, sino que también reluce «tu oscuridad como el mediodía» (primera lectura). Tu oscuridad soy yo, ennegrecido por el pecado, porque soy tuyo; pero brilla como el mediodía mi pecado, porque Tú lo salvas. La nebulosa de mi pecado resplandece en el albar de tu cuerpo crucificado.

El pecado no tenía que existir y no debía haber existido. Pero existió. Y Tú no cargas sobre nosotros la deuda impagable de hacer que no haya existido nunca. Tú no has «venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan». Tú reúnes y llamas al que ha pecado, después de que haya pecado y antes de que deje de pecar. «Aún siendo pecadores Cristo murió por nosotros» (Rm 5, 8). Tú cargas con el pecado, lo asumes como tuyo y te apropias de él. Te pertenece ahora no menos que tu luz. «Dios te hace pecado» (2 Cor 5, 21), comes con los pecadores, comes conmigo. De tal modo que mi negrura es ya tuya, sin prevalecer sobre ti, porque «tu luz brilla en las tinieblas» (Jn 1, 5). Porque «ni la tiniebla es oscura para ti, y la noche es clara como el día» (Sal 138, 12).

Tú, Señor, eres el médico que necesitan los enfermos, que no necesitan otra salud que tenerte por médico. Porque es la relación contigo la salvación de nuestra carne podrida. Tú en persona eres nuestra resurrección. Eres nuestra salud.