La guerra de Azerbaiyán contra los armenios de Nagorno-Karabaj se ha detenido con un alto el fuego. Bakú ha logrado retener el territorio tomado incluida la segunda ciudad de la región: Susha. Ahora tienen a tiro Stepanakert, la capital. A los armenios los ha abandonado esa misma opinión pública que se moviliza siempre que los agredidos no sean cristianos. Toda crisis humanitaria abre informativos a condición de que las víctimas no sean cristianas.
El otro día Guillermo Vila escribía que «ya nadie rezará ante la Virgen en Susha. La veo en esa pared ennegrecida y aún me parece que la escasa luz proviene de su inmaculado corazón». Como él, también a mí me duele la foto que comenta, aunque nuestro dolor es incomparable al de los armenios que han perdido sus hogares, su tierra… pero que conservan la dignidad y la memoria.
Con memoria y con dignidad, los armenios se han levantado otras veces que las historia los ha golpeado. Este pueblo tiene una relación especial con la Cruz, de la que parten todos los trazos de la escritura armenia El primer texto que Mashrop Mastots escribió y que adorno uno de mis marcapáginas favoritos fue Proverbios 1,2: «Para aprender sabiduría e instrucción, para comprender dichos profundos».
El pueblo armenio sobrevivirá a esta tragedia y algún día se le hará justicia. Azerbaiyán ha dinamitado el proceso de Minsk y ha prolongado el conflicto otros diez, 20, 100 años. Los niños aprenderán la historia, recibirán la memoria de sus abuelos y de sus padres. Por toda Armenia y la diáspora se contará la historia de los armenios de Karabaj como se cuenta la de las matanzas hamidianas, el genocidio armenio, el incendio de Esmirna… Y esta guerra solo habrá servido para sembrar muerte y dolor.