Tras el retiro de Effetá «dan ganas de llamar a los bomberos por el ardor que traen» los jóvenes
San Juan Evangelista se enfrenta al reto de la transición demográfica y de la escasez de sacerdotes. Su prioridad es ahora atraer a las nuevas familias de la zona
«Esta parroquia nació con unas instrucciones muy claras del obispo: “Vayan allí y arréglenselas como puedan”». Félix González exagera, pero el humor con el que lo cuenta transmite la impronta misionera que caracterizó a aquellos sacerdotes que en los años 50 y 60 del siglo pasado fueron destinados a zonas de Madrid donde antes solo había campo.
González es el párroco de San Juan Evangelista, enclavada entre la M-30 y avenida de América, en las cercanías del parque de las Avenidas. Cuando esta zona era poco más que un conjunto de bloques de cooperativas habitados por familias de clase media-alta, un grupo de pioneros «con muchas ganas de llevar a Dios» acudió hasta estas calles para implantar aquí la Iglesia.

Al principio, el templo fue un local a pie de calle que con el tiempo se convirtió en el ambulatorio. Con mucho esfuerzo, se pudo levantar a principios de los años 70 una iglesia «muy grande, de las que ya no se hacen», afirma el sacerdote. Las celebraciones estaban siempre llenas y por sus salones correteaban multitud de niños de catequesis. Hoy ya no es así y las voces de los niños han dejado paso al andar vacilante de sus padres, ya abuelos. «El perfil de la comunidad, como el del barrio, es el de personas ya longevas», cuenta el párroco. Pero junto a ellos asoman por la calle rostros nuevos que están rejuveneciendo la zona. «El reto es integrar a estas nuevas familias y fidelizarlas. Es la pesca a la que nos manda el Señor», comenta con una sonrisa.
En este período de transición, la comunidad quiere «que estos nuevos vecinos sepan que aquí tienen su casa y que sientan esta como su parroquia también». De hecho, ya han vuelto a aparecer, como sucedía antaño, algunos carritos por las Misas «después de muchos años sin verlos. Eso es una gran alegría». Para atraer a todas estas personas y también a las que no se plantearían nunca pisar el templo, San Juan Evangelista acoge iniciativas como las cenas Alpha, «que se dejan la piel y la vida para anunciar el Evangelio», o los retiros de Effetá para jóvenes, «que dan ganas de llamar a los bomberos por el ardor que traen al terminar», subraya González con humor.
La iglesia también es sede de una ultreya de Cursillos de Cristiandad, de un grupo de mujeres de Acción Católica y otro de Vida Ascendente. Varios más de oración, formación bíblica y matrimonios siguen activos, aunque más reducidos. Junto a ello, los voluntarios de Cáritas mantienen una intensa actividad solidaria, con recogidas de alimentos y el apoyo a una parroquia hermana en La Habana (Cuba). Gracias a ellos, también se atiende un ropero y se recogen fondos para la asociación Jesús Caminante, que ayuda a personas sin hogar en la última etapa de sus vidas.

Sin embargo, la incertidumbre pesa sobre el futuro. El número de sacerdotes ha disminuido: «Cuando llegué hace ocho años, éramos seis; ahora quedamos tres, uno muy mayor», explica el párroco. La posible unión con la cercana San Bonifacio es una opción que se valora, ante la escasez de vocaciones y la necesidad de evitar el desgaste del clero. «No nos gustaría acabar en la unidad de quemados», vuelve a decir con retranca.
Por eso, valora el ánimo de colaboración de sus feligreses: «Eso lo podéis hacer vosotros», les recuerda a menudo, pues sabe bien que la parroquia «no es solo del cura ni del obispo, sino de toda la comunidad cristiana».