Todos tenemos derecho a soñar - Alfa y Omega

Arrancamos la última hoja del calendario. Con fuerza. Estábamos en eso de revisar el año. Me acompañaban chicos del Sáhara, Guinea Conackri, Mali y Perú. De este año valoraban haber podido aprender castellano. Estar aquí. El más joven de ellos susurró: «Me quedo con saber disfrutar cada día, valorar lo que tienes y haces». Después, hablamos de los sueños y el futuro. Conseguir trabajo se repite en todos ellos. Uno comentaba que era más difícil obtener un contrato que haber llegado hasta España cruzando el mar. Ser electricista, soldador, carretillero, estar en un almacén y ordenar las cajas, entre las preferencias de la mayoría. Eso y poder ver de nuevo a la familia. Aunque solo fuese por un instante. Estar de nuevo en casa rodeados de los suyos: padres, hermanos, mujer, hijos, amistades insustituibles.

Sueñan con una sociedad acogedora. Que entienda a quien se esfuerza por empezar desde cero. Uno de ellos, con motivo del día de las personas migrantes del 18 de diciembre, escribió: «Quiero decir que la gente que emigra de sus países lo hace para elegir un lugar seguro a los suyos y a sus familias. Porque por supuesto los humanos no pueden vivir en un sitio no seguro. Entonces los inmigrantes no somos personas negativas sino positivas. Somos personas que buscamos un futuro libre del flagelo de las guerras, libre de la corrupción, libre de dictaduras e inestabilidad y soñamos un futuro próspero en el que podamos realizar considerables servicios a nosotros mismos y a los demás y participar en todos los aspectos de la vida».

Ojalá podamos ver este sueño en nuestras calles. Y que, cuando volvamos a compartir mesa, sea con lenguas distintas, sabores nuevos y mirada de niño. Capaces de ver la grandeza en lo débil y pequeño. Como los pastores que se acercaron a Belén. O como dijo uno de ellos, «gracias por haberme enseñado a Jesús. No sabía que existía algo tan grande».

Y para que no piense nadie que se trata de utopías, el día de Nochebuena formamos un árbol adornado con los nombres de todos. Estábamos varias nacionalidades. Cada uno escribió algo positivo de otros compañeros. Se respiraba agradecimiento, armonía, amor. El último en llegar nos enseñó una canción que escribió al llegar a España. También hablaba de sueños. De descubrir la luz. Allí había. Allí se celebró Navidad.