Tiramos frutas por ser demasiado pequeñas - Alfa y Omega

Tiramos frutas por ser demasiado pequeñas

Con una ley en barbecho por la disolución de las Cortes, la preocupación social por el despilfarro crece, aunque «aún resulta más barato tirar comida que poner medios para no hacerlo»

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo
La pérdida de alimentos supone el 10 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero. Foto: Freepik.

«Hay muchas razones por las que la gente desperdicia comida», señala Laura Fernández, directora general del Consejo Europeo de Información sobre la Alimentación (EUFIC), que organizó el martes pasado junto al Centro Mundial de Valencia para la Alimentación Urbana Sostenible (CEMAS) el evento Estrategias de reducción de la pérdida y el desperdicio alimentario, en el marco del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos, que se celebra cada 29 de septiembre. Algunas de las razones que menciona Fernández van «desde una mala planificación del menú semanal hasta fallos en el almacenaje de alimentos, o simplemente el no comprobar el etiquetado de fechas de los productos. Y hay quien prepara más comida de la necesaria “por si acaso”».

La organización de este evento responde a una preocupación creciente de la sociedad española ante este fenómeno, aunque todavía esto no se refleje en soluciones concretas. Lo intentó el proyecto de Ley de Prevención de Pérdidas y el Desperdicio Alimentario que el Consejo de Ministros aprobó en junio del año pasado y que debido a la disolución de las Cortes no llegó a resolverse de manera definitiva en las Cortes.

Para Ana Sánchez, responsable de la plataforma despilfarroalimentario.org, una de las organizaciones consultadas en la tramitación de la ley, «es fácil» que la norma salga adelante en la próxima legislatura, porque ya obtuvo mucho consenso. Sin embargo, es una ley «completamente mejorable», pues «los grandes terratenientes agrarios y distribuidores comerciales tienen mucho poder e intereses y les resulta más barato tirar alimentos que poner los medios para no hacerlo». Menciona en este sentido que muchas veces se desechan frutas en origen porque son demasiado pequeñas o demasiado grandes, o porque no brillan lo suficiente; y que en muchos comercios se vende pan de molde sin corteza, contribuyendo al desperdicio del 20 % del producto, por ejemplo.

Cifras

1/3 de los alimentos producidos en el mundo se desperdicia, lo que equivale a 1.300 millones de toneladas anuales

1.400 millones de hectáreas cultivables son las que se echan a perder al año, el equivalente a la mitad de África

53 % de alimentos desechados se pierde en los hogares, el 38 % en producción y suministro y el 9 % en hostelería

La ley pone el foco en la responsabilidad de los agentes de la cadena alimentaria. También en la concienciación de los consumidores finales, pues son parte esencial de este fenómeno. El 53 % de la comida se desperdicia en los hogares. «En general, la mayoría de los particulares sabe que tienen un papel que jugar en cuanto al desperdicio de alimentos. Las encuestas dicen que las razones habituales que dan para no tirar comida son porque es algo malo y se malgasta dinero o porque hay gente que pasa hambre. Quizá hay que incidir más en las razones medioambientales, porque la gente es menos consciente del impacto del desperdicio alimentario sobre el medio ambiente», afirma la directora general de EUFIC.

Todos estos aspectos del fenómeno del despilfarro de alimentos los mencionó el Papa Francisco en su último mensaje al director general de la FAO con motivo del Día Internacional de Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Así, el Papa se refiere a los «pobres y necesitados de este mundo que recogen de la basura los alimentos que otros altaneramente derrochan y por los que ellos suspiran». Unos y otros son víctimas de «una cultura imperante que ha llevado a desnaturalizar el valor del alimento, reduciéndolo a mera mercancía de intercambio», lo que exige «la urgencia de un cambio radical de paradigma» que implique «la necesidad de adoptar comportamientos éticos».

Al final, «la alimentación tiene un fundamento espiritual», señala el Pontífice, por lo que es preciso «afianzar en nosotros la convicción de que el alimento desechado es una afrenta para los pobres» que exige «un categórico cambio de mentalidad y de conducta estrechamente relacionado con la sobriedad de vida».

¿Cómo empezar a poner fin entonces a la pérdida y al despilfarro de alimentos? Para Laura Fernández, directora general de EUFIC, «en el día a día esto se puede resolver con sencillez, comprando solo lo que necesitamos o elaborando con más realismo nuestro plan de comidas semanal». En este sentido, «un acto tan simple como comprobar qué es lo que tenemos en la nevera y en la despensa puede ahorrar compras innecesarias. En todo caso, el principio del cambio pasa ineludiblemente por tomar conciencia del fenómeno del desperdicio, de sus causas y de sus consecuencias».