Lo confieso: nunca he sido muy de ciencia ficción. Ni de Star Trek, ni de La Guerra de las Galaxias, ni mucho menos de las distopías recientes que nos abocan a un futuro intergaláctico y poshumano. En el pecado de omisión llevo la penitencia, me dicen un puñado de amigos frikis del asunto, hasta los límites de disfrazarse de mandalorianos o de llamar a su perros Yoda o Chewbacca. Como en casa tampoco hay demasiado entusiasmo con el tema, he aprovechado unos días de Rodríguez para pegarme un atracón de The Mandalorian en Movistar+. Arrepentidos nos quiere el Señor. He disfrutado como un niño.
Para los no iniciados The Mandalorian es una serie creada por Jon Favreau, basada en el Star Wars de George Lucas y que, cronológicamente, podríamos situarla entre El retorno del Jedi y El despertar de la fuerza. Hasta el momento se han estrenado dos temporadas, con un total de 16 episodios. Si son fans están tardando, porque los guiños son múltiples y, ahora desde esta nueva propuesta, irán colocando las hebras que le ofrecen en el gran tapiz de la saga. Si no lo son, súbanse al carro. The Mandalorian puede seguirse sin conocimiento alguno de otras guerras galácticas y tiene la virtud, además, de que sus capítulos conjugan muy bien el cierre autoconclusivo con los anzuelos, hábilmente colocados, para seguir tirando de los hilos en capítulos posteriores.
No quiero hacerles spoiler alguno, más allá de decirles que pueden verla y disfrutarla en familia, que estéticamente es fascinante, que maneja varios niveles de lectura y profundidad –es, por supuesto, una gran serie de aventuras, y sí, es también algo más que eso–. Si a todo eso le añadimos que los valores y virtudes de los personajes desafían a la corriente cultural dominante, podemos decir que es una serie épica, en todos los sentidos de la palabra que se les ocurran. Denle más de una oportunidad, porque la serie va, claramente, de menos a más.
Los héroes clásicos han vuelto. Sigámoslos en esta particular odisea y que la fuerza (del Señor) nos acompañe.