Testigos de esperanza - Alfa y Omega

Testigos de esperanza

María Cristina Santacruz —de blanco— tiene la difícil tarea de ayudar a encontrar el sentido a quienes han perdido los motivos para buscarlo; que viven sumidos en un entorno de violencia, privados de libertad y de opciones para esperar que las cosas mejoren

Sandra Várez
Presos de una cárcel de Guayaquil acompañados de María Cristina Santacruz, de los Misioneros de la Divina Misericordia
Foto: ACN.

No es fácil hablar de esperanza en un mundo dominado por el miedo. Guerras que no cesan, la pugna por los espacios geopolíticos, la incertidumbre ante una tecnología que nos arrastra a terrenos desconocidos; la inquietud, la angustia y la tensión que nos paralizan. La desesperanza parece haberse apoderado de nosotros, mientras se nos invita permanentemente a la búsqueda del optimismo concentrado en píldoras: «Si puedes soñarlo, puedes hacerlo»; «sé positivo, todo saldrá bien». Sin embargo, no hay nada más engañoso que el permanente optimismo ni más real que la esperanza. El primero se centra en el deseo de que lo malo no suceda o se arregle. La segunda, en la certeza de que, aun en medio del dolor, la falta de libertad o el martirio, todo tiene un sentido. 

María Cristina Santacruz —de blanco— tiene la difícil tarea de ayudar a encontrar este sentido a quienes han perdido los motivos para buscarlo; que viven sumidos en un entorno de violencia, privados de libertad y de opciones para esperar que las cosas mejoren. Coordina la «pastoral de la libertad y la misericordia» en los diez centros penitenciarios de Guayaquil, ciudad que alberga algunas de las cárceles más grandes y peligrosas de Ecuador, con hasta 15.000 presos. Como ella, 150 misioneros de la Divina Misericordia tienen la misión de llevarles la esperanza que da el encuentro con Jesucristo vivo. Una «pastoral de la fraternidad», como ella misma la denomina, que consiste no solo en un trabajo intenso de escucha, sino también de acompañamiento en la reconciliación. Tarea nada fácil, pues desde hace un año su centro está controlado por el Ejército, que desconfía de la utilidad de esta pastoral. Pero es ahí, «en el más profundo de los abismos de la miseria», dice, «donde somos más necesarios», a pesar las trabas y el peligro en estos centros, escenarios en los últimos meses de revueltas y masacres.

Además del acompañamiento espiritual y sacramental, su asistencia incluye formación en valores cristianos y profesional y herramientas para que, cuando recuperen la libertad, los internos puedan ganarse la vida honradamente. Pero lo más importante es ayudarlos a encontrar sentido a su vida y llevarles esa esperanza que, en este año jubilar, alcanza un mayor significado allí donde es más difícil: entre presos, migrantes, enfermos y cristianos perseguidos. En sintonía con el tema del año santo, la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada pone el foco de su nueva campaña, Tu ayuda, su esperanza. Vive este Jubileo con la Iglesia que sufre, en apoyar —económicamente y con la oración— a los proyectos de pastoral en estas realidades donde la fe es perseguida o donde faltan manos sanadoras como las de María Cristina. Para esta misionera, que dejó atrás una vida dedicada al ámbito empresarial, llevar la fe a otros es lo que da sentido a su existencia. Una fe que no es el consuelo del ingenuo, sino la certeza de que Cristo está para sostener el corazón más abatido y desbloquear los miedos que nos atenazan. El Jubileo nos viene a decir que la crisis de la esperanza va de la mano de la crisis de la fe. En puertas de la Cuaresma, ACN nos invita a apoyar a la Iglesia perseguida en esta misión de ser luz para el mundo a oscuras.