Tened cuidado de vosotros - Alfa y Omega

Tened cuidado de vosotros

Sábado de la 34ª semana del tiempo ordinario / Lucas 21, 34-36

Carlos Pérez Laporta
Foto: Cathopic.

Evangelio: Lucas 21, 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

Comentario

Lorca nos dice que «No es sueño la vida. ¡Alerta! […] / no hay olvido, ni sueño: / carne viva. […] al que le duele su dolor le dolerá sin descanso y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros». De nada nos sirve tratar de embotar nuestros corazones. La vida no puede esquivarse. La evasión es inútil. Por mucho que huyamos nunca dejamos atrás. Si tratamos de tapar las heridas que el vivir nos provoca, se emponzoñan y se pudren. Con ello lo único que eludimos es la salvación, porque solo encuentra salvación aquel que la busca: quien no vive la urgencia de su vida, aunque tuviera delante su salvación no podría verla. La salvación llega a nosotros por el deseo. Si dejamos de desear, si dejamos de buscar por miedo, si nos conformamos, nunca veremos la salvación.

Por eso Jesús ha dicho esas palabras: «Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día… Estad, pues, despiertos en todo tiempo». Tened cuidado de vosotros, dice Jesús. Él cuida nuestro cuidado. Piensa en nosotros, asiste a lo más íntimo de nosotros, donde nos decidimos entre la atención y la vigilia o la vida mecánica, distraída. Es ahí donde jugamos nuestra principal batalla.

María nos enseña ese cuidado interior, que nace del cuidado de Jesús: ella conservaba todas las palabras de Jesús en su interior, las meditaba, alimentaba su alma con ellas para mantenerla viva, despierta y expectante ante Jesús.