Tender puentes como Francisco
Sobran ideología y prejuicios en España, y faltan en cambio acciones concretas que impliquen a una diversidad actores en la búsqueda de soluciones a los problemas reales
El Papa repite a menudo que gobernar es tender puentes. Gracias a su encíclica Laudato si, la Iglesia tiene un instrumento formidable para forjar grandes coaliciones políticas y sociales en defensa del medio ambiente y la lucha contra la pobreza, cuestiones que interpelan hoy a todos. Cierto que, más allá de la calidad del documento, el aval es la propia autoridad moral de Francisco, a quien hace unos días se le veía junto a los actores George Clooney, Richard Gere y Salma Hayek durante el VI Congreso Mundial de Scholas, una red internacional que fomenta la convivencia social a través de la educación. Eso es política en el mejor sentido de la palabra: inspirar, forjar alianzas, promover mejoras sociales… Para ello se necesitan buenas propuestas, pero también una implicación personal: acercarse al otro sin miedo, igual que acaba de hacer el Papa al reunirse con la líder de las Madres de Mayo, Hebe de Bonafini, quien le dedicó a Bergoglio gruesos insultos en el pasado.
Así hay que entender el diálogo en los últimos días con miembros de Podemos llevado a cabo por personalidades vinculadas al Grupo Santa Marta, otra alianza inspirada por Francisco, en este caso contra la trata de personas. Esos contactos no llenan un vacío, porque que ya existe una relación entre los obispos y los representantes de la nueva izquierda allí donde gobierna, si bien no exenta en algún caso de tensiones. Sobra en España ideología; la izquierda y los nacionalistas en particular tienen a veces una concepción demasiado mesiánica y maniquea de la política, y en cambio faltan acciones concretas que impliquen a una diversidad actores en la búsqueda de soluciones a los problemas reales. La sucesión de campañas electorales no favorece precisamente la serenidad, pero más temprano que tarde será necesario que unos y otros nos sentemos para afrontar problemas comunes como el fracaso escolar, las tensiones nacionalistas o el paro juvenil. Presentando objetivos compartibles por cualquier partido democrático, al modo del Papa, la Iglesia puede ayudar a tender puentes, devolviéndole a la política por la vía de los hechos su sentido más noble: promover el bien común y superar los enfrentamientos.