En Tamara Falcó todo tiene un punto de adorable excentricidad. Tal vez por eso Netflix la haya escogido para protagonizar una docuserie con aires de reality sobre su vida, y se haya atrevido a estrenarla en pleno mes de agosto. Son tan solo seis breves capítulos, de entre 30 y 40 minutos, en los que Tamara se muestra con esa característica naturalidad que hace que caiga bien incluso a aquellos que, paradójicamente, dicen no aguantar un minuto suyo en la pantalla. Los que pensaran que la vida de la hija de la Preysler daba para una película, aquí tienen una serie completa. No es ficción, pero hay que reconocer que a ratos lo parece. Arranca con su 40 cumpleaños y culmina, por todo lo alto, con un sueño culinario que trata de hacerse realidad, con esa otra Tamara que hemos conocido en MasterChef Celebrity. Por el medio, mucha familia, un poco de París y Nueva York, y un interesante capítulo, titulado «El camino de la fe», que ha hecho correr opiniones de todo tipo, también entre católicos que parecen haber olvidado que con quien tienen que comulgar no es con el estilo de Tamara.
Su testimonio desacomplejado puede parecer, incluso en algunos momentos de la serie, un tanto frívolo, también en su propuesta formal, pero no olvidemos que se trata de una suerte de biografía (audiovisual) autorizada, y que la propia Tamara ha promocionado la serie en sus diversas apariciones en medios y eventos sociales.
La serie gustará a los que la vienen siguiendo en sus múltiples facetas como diseñadora de moda, celebrity, chef, y muy probablemente dejará indiferente a los demás. Pero la serie no engaña, da lo que promete: una elegante revista del corazón, de esas que inundaban los quioscos, que ahora sobreviven con ediciones especiales cuando se muere una reina, y que Netflix nos ofrece por entregas para que compartamos por unas horas las aventuras y desventuras de la marquesa de Griñón.