Susana Raffalli: «La crisis no tiene pronóstico de mejora» - Alfa y Omega

Susana Raffalli: «La crisis no tiene pronóstico de mejora»

Esta venezolana ha sido elegida por la BBC como una de las 100 mujeres inspiradoras e influyentes del año

María Martínez López
Susana Raffalli visita poblaciones índigenas de Puerto Ayacucho-Amazonas, en 2018. «Con Cáritas he aprendido que tenemos que ser transmisores de esperanza», no solo llevar asistencia. Foto: Cáritas Venezuela

La semana pasada, la venezolana Susana Raffalli fue elegida por la BBC como una de las 100 mujeres inspiradoras e influyentes del año. Le valió este reconocimiento el diseño y puesta en marcha en 2016 de un Sistema de Monitoreo, Alerta y Atención en Nutrición y Salud (SAMAN), un mecanismo que le encargaron desde Cáritas para seguir en tiempo real la desnutrición infantil en el país y diseñar una respuesta humanitaria. Desde entonces, han analizado la situación de 33.000 niños. Y constata con tristeza que su país se encuentra inmerso en una crisis «cronificada, enconada, sin pronóstico de mejora».

El principal signo de alarma que ha detectado es cómo, mientras la desnutrición aguda (la que mata) fluctúa desde el 8 % o el 10 % hasta en torno al 16 % cuando hay crisis como la energética del año pasado o la pandemia de COVID-19, se está consolidando «un patrón de retraso del crecimiento brutal». Cuando empezaron, lo veían en un 23 % de los niños. Ahora, entre el 32 % y el 34 %. Son niños que quizá no se van a morir de hambre, pero «han malcomido durante años» y han dejado de crecer, con el consiguiente «retraso cognitivo, social y hasta afectivo».

El estancamiento de la crisis humanitaria se debe, en su opinión, a que junto a los derechos civiles y políticos se ha producido «una profunda violación de los derechos económicos y sociales». El Estado, «en lugar de ser regulador, se convirtió en controlador». Buscaba, por ejemplo, ser el proveedor de alimentos. Y para ello «ha expropiado tierras e industrias y las ha dejado morir». Tampoco ha gestionado bien los mecanismos de protección social. El trabajo ha perdido su valor, con un salario mínimo de dos dólares al mes cuando la cesta básica para cuatro personas en ese período alcanza los 158. La gente sobrevive, explica, por los bonos del Gobierno y las remesas exteriores. Para ser justa, Raffalli reconoce que «en los últimos meses nos han llamado a Cáritas y han aceptado algunas sugerencias. Pero no llegan a nada».

Cáritas como referente

Tras 22 años de trabajo en situaciones de emergencia humanitaria fuera de su país, esta experta en nutrición regresó a Venezuela por razones personales. Era el peor momento de la carestía de alientos, y pronto constató que la realidad de su país se estaba acercando a la que había visto en Angola o Birmania. Pensó que la mejor forma de ayudar era aprovechar su experiencia a través de Cáritas, una entidad con presencia capilar en todo el territorio y experiencia asistencial. Además, «estaba muy frustrada viendo cómo algunos explicaban la situación del país de forma equivocada e irresponsable», exagerando la situación hasta hablar de «hambruna». Su primer contacto con Cáritas, que roza lo providencial, le demostró que compartía una visión más equilibrada de la situación, y pronto le pidieron que se hiciera cargo de SAMAN.

Su trabajo ha convertido a la entidad de la Iglesia en referente internacional en el análisis de la crisis venezolana. Y ello, a pesar de que «saltamos al vacío al decir que había una emergencia que el Estado negaba».

Cree que la clave de su éxito fue buscar tener una información exhaustiva sobre el alcance y la gravedad del problema antes de pedir ayuda, y que esta información la publicara «una agencia que ha sabido respetar principios humanitarios internacionales», entre ellos el de neutralidad y no politización.