Dicen que uno ve la feria como le va en ella y no soy yo nadie para rebatir el vasto y longevo refranero castellano, lleno de sabiduría. Por eso puede pensar el respetable lector que quien escribe viene hoy a sugerir una serie jurídica por su condición de abogado ejerciente; pues Suits, cuyas nueve temporadas tiene a golpe de mando a distancia en Netflix, es superficialmente una historia de abogados, pleitos y togas. Pero si uno se sumerge en las historias de sus personajes descubrirá que su subtítulo, La clave del éxito, se refiere a algo más que al triunfo en los negocios.
Suits comienza con la historia de dos personajes destinados a no encontrarse nunca, que por un golpe del azar o de la casualidad; o mejor dicho, por una serie de catastróficas desdichas, no solo se conocen sino que pasan de ser desconocidos a convertirse en mentor y pupilo y, a no mucho tardar, en amigos. Harvey Specter, encarnado por Gabriel Match, es un abogado de éxito, a quien acaban de nombrar socio en el bufete y al que le encomiendan reclutar a un adjunto. Mike Ross, interpretado por Patrick J. Adams, es un joven descarriado de mente brillante que, habiendo perdido la oportunidad de lograr su sueño de hacerse abogado —fue expulsado de la Facultad de Derecho—, malgasta su vida vendiendo su genialidad a estudiantes poco talentosos que no pasarían, de otro modo, los exámenes de acceso. Este acabará por convertirse en aquel adjunto que buscaba el triunfador Specter.
Lejos de la serie al uso que podría parecer, Suits deja innumerables capítulos con historias de luchas judiciales y extrajudiciales en las que pleitearán ricos contra pobres, pobres contra ricos, ricos contra ricos… Y, como me permitía decirles antes, cierta moraleja —si uno sabe leer entre líneas— de que al final, la clave del éxito no es tanto cuántos ceros tenga tu cuenta bancaria o cheques en blanco puedas pagar, sino la calidez de esas amistades que son familia.