Confieso que soy muy de Shakespeare (¡perdóname Lope!). Da igual que sea comedia, drama o tragedia, este inglés consigue conmoverme siempre, hasta el punto que cuando voy a ver una obra suya acudo, parafraseando a Kierkegaard, «con temor y temblor». Con el temor de que sacuda mi existencia de nuevo y con temor a la adaptación del director en cuestión. En este caso, Darío Facal resucita en el Matadero la comedia más popular de Shakespeare, Sueño de una noche de verano de forma magnífica. Les aseguro que no podrán olvidarla fácilmente.
Shakespeare sitúa en la ciudad de Atenas la trama. En el marco de la boda de Hipólita y Teseo, se destapa el lío amoroso de dos parejas. Egeo pide ayuda a Teseo porque su hija Hermia comprometida con Lisandro está enamorada de Demetrio; y la mejor amiga de Hermia, Helena, está profundamente enamorada de Lisandro, que suspira por Hermia. Las dos parejas huirán al bosque y allí, los seres fantásticos que lo habitan jugarán con ellos, como cupidos, gracias a una flor que permite el enamoramiento a primera vista. A su vez una compañía de teatro está preparando la representación de la tragedia de Píramo y Tisbe para representarla en la boda de Hipólita y Teseo.
El humor salpica todas las tramas de esta obra cuyo hilo conductor es el enamoramiento espontáneo. La capacidad de Shakespeare para ir hasta el fondo de la dinámica del corazón humano nos presenta en esta obra el aspecto más irracional del amor a primera vista y a través del género de la comedia, una crítica hacia la absolutización del amor romántico. Este mismo tema lo abordará en otras obras, como Romeo y Julieta, pero con consecuencias trágicas en este caso. Este es un tema universal. Da igual que sea dirigido por Cupido, los duendes del bosque, las feromonas o la testosterona, absolutizar el enamoramiento nos lleva a la carcajada o al lamento. Por eso es tan actual esta comedia, porque incluso hoy, seis siglos más tarde utilizamos este enamoramiento espontáneo y fortuito como criterio absoluto de verdad. La universalidad del teatro de Shakesperare es asombrosa no solo porque capta los temas que siempre estarán presenten en la dinámica humana sino también por el juicio que ofrece sobre ciertos presupuestos vitales.
La fuerza poética de sus líneas se palpa en el buen hacer de un reparto excepcional. Desde la presencia regia y misteriosa de Alejandro Sigüenza que llena el escenario, hasta la caracterización del personaje de Helena por Katie Klein que creo que es clave en la trama por cómo sufre ella el sinsentido del amor a primera vista, todos los actores que hacen dos o hasta tres personajes distintos, consiguen que lo increíble de la trama sea plausible. Los cambios temporales, de escenario y de registro lo posibilitan sin mover absolutamente nada de un espacio escénico muy creativo y evocador.
No es fácil representar esta obra por la multitud de temas y tramas que mezcla y por el órdago de introducir teatro dentro del propio teatro, que aquí está genialmente conseguido. Incluso la fidelidad al original puede derivar en una obra difícil de entender por estar fuera de un contexto histórico concreto. El equipo artístico y técnico del que se ha rodeado Darío Facal ha conseguido romper cualquier obstáculo temporal y traer al presente, sin desdibujar lo clásico, la genialidad de Sueño de una noche de verano. ¡Imprescindible!
★★★★★
Naves del Español. Matadero Madrid
Paseo de la Chopera, 14
Metro: Legazpi
Hasta el 12 de junio