Sri Lanka, sumida en el caos
El presidente ha huido, los manifestantes han incendiado la residencia del primer ministro y la Iglesia pide ayuda humanitaria a la comunidad internacional
El país asiático vive su peor crisis desde la independencia de Gran Bretaña en 1948. Desde abril, Sri Lanka está en bancarrota, su moneda se ha depreciado más de un 80 % y la carestía es la norma en un país donde se ha prohibido la compra del carburante a particulares debido a la tremenda escasez. En consecuencia, la actividad normal está paralizada. Escuelas, tribunales y edificios públicos se han visto obligados a cerrar sus puertas. Colombo está tomada por ciudadanos hastiados que han asaltado la residencia presidencial obligando al presidente Gotabaya Rajapaksa a huir. Después, los manifestantes han prendido fuego a la casa del reciente primer ministro, Ranil Wickremesinghe. De nada ha servido el toque de queda que impusieron este viernes las autoridades.
La situación se ha agravado día tras día hasta tornarla en insostenible para un pueblo que es más pobre con cada minuto que pasa. Con su Banco central vacío de divisas extranjeras es imposible importar al país ni combustible ni bienes de primera necesidad. La desorbitada deuda pública, la inflación, el colapso del turismo debido a la pandemia y la crisis en Ucrania han contribuido a deteriorar una maltrecha economía que ya dio las primeras señales de alarma en 2019. Sri Lanka ha dejado de pagar su deuda externa de 51.000 millones de dólares y ha solicitado el rescate del Fondo Monetario Internacional. El foco de la ira ciudadana ha sido el gobierno, acusado en no pocas ocasiones de la debacle del país por su incompetencia y su rampante corrupción interna.
Como medida para mitigar las protestas, el presidente Gotabaya Rajapaksa había hecho dimitir como Primer ministro a su propio hermano, Mahinda Rajapaksa. Incluso Gotabaya habría pedido ayuda a Putin para obtener el petróleo ruso, aunque fuera a precio de oro, y así poder perpetuarse dos años más en el poder.
Esta misma semana, el arzobispo de Colombo, el cardenal Malcolm Ranjith, había pedido la dimisión del gobierno en bloque con duras críticas hacia el presidente y su familia. El arzobispo de Colombo aseguraba que para la familia Rajapaksa «es más importante el poder político que el bienestar de la gente» y, por ello, solicitaba la formación de un gobierno de tecnócratas que ayudaran al país a salir de la crisis lo antes posible «renunciando a las pequeñas y mezquinas diferencias políticas e ideológicas». El purpurado instaba además a que se investigue la desaparición de las reservas de oro del país. El Maha Sangha budista, importante organismo budista de Sri Lanka, se ha unido a la petición del cardenal Ranjith y ha solicitado que se trabaje para la formación de un gobierno de unidad para resolver la situación.
Según la ONU, en Sri Lanka casi 6 millones de personas necesitan ayuda humanitaria urgente, sobre todo, porque el sistema sanitario está al borde del colapso total. El cardenal Ranjith ha solicitado a la comunidad internacional que acuda en auxilio de Sri Lanka, en primer lugar, con medicinas y material hospitalario. Tal y como recoge la Agencia Fides, el arzobispo de Colombo ha solicitado con urgencia suministros médicos con un angustioso llamamiento: «La falta de combustible dificulta que los médicos lleguen a tiempo a los hospitales. El hospital pediátrico de Borella y al hospital oncológico de Maharagama necesitan medicinas y equipos médicos».