Sonrisas y lágrimas: Revivir hoy - Alfa y Omega

Sonrisas y lágrimas: Revivir hoy

Javier Táuler

Las historias reales tienen la fuerza, el atractivo de la veracidad, de lo auténtico. Su empuje es su propia vitalidad real. Y eso, precisamente, es lo que pasa con el musical Sonrisas y lágrimas. Porque relata unos hechos acaecidos y contados por sus protagonistas: la familia Trapp, a través de la obra La historia de los cantantes de la familia Trapp, escrita por María; la madre de este clan.

El libro, y los hechos allí relatados, golpearon la atención de dos de los grandes genios del Broadway de los años cincuenta: el compositor Richard Rogers y el libretista y letrista Oscar Hammerstein II, que en 1959 lo hicieron realidad, en Broadway, en formato musical, bajo el título de Sonrisas y lágrimas. Robert Wise le dio vida en celuloide en 1965. Hasta el momento, la obra ha cosechado seis premios Tony, cinco Oscar y dos Globos de Oro. Tras mucha espera, el musical llega a España con una inversión de tres millones de euros.

A los mandos está Jaime Azpilicueta, que en su haber tiene el récord de recaudación del teatro español. Su equipo ha firmado una versión cien por cien fidedigna. Fiel, porque los números musicales en español respetan escrupulosamente las letras que escuchamos, de pequeños, y que se quedaron grabadas en nuestras memorias. Fiel en la partitura, magistralmente interpretada, en vivo —como tiene que ser—, siguiendo los trazos de su director musical Julio Awad, que ha trabajado también en La bella y la bestia o El fantasma de la ópera. Y fiel, por su ambientación.

Las potentes voces de sus intérpretes, destacando la aportación colosal de Silvia Luchetti —que ha protagonizado en España Los Miserables— en el papel de María, y de Noemí Mazoy, como madre abadesa, meten en seguida al espectador, que muy pronto se siente como en el salón de su casa y se atreve a seguir las canciones con total naturalidad. Junto a esto, el vestuario correcto y la rapidez en los cambios de escenarios facilitan el ritmo. La vivacidad se transforma en carcajada con las numerosas contribuciones de esos secundarios, tan necesarios, como Max y la sirvienta Frau Schmidt.

Pero nos quedaríamos cortos si no reconociéramos el mérito de este equipo que sabe trasladar, con exquisitez, al público grandes y profundas realidades como el amor verdadero o la vocación: esa llamada divina, tan auténtica, tanto si es para entregar una vida como monja o para hacerlo en los miles de ajetreos diarios como madre de familia.