Ocurre así desde hace tanto, que cada vez que suena parece como nuevo. Un año más la salmodia de los números mágicos, amplificada por los receptores de radio, se convierte en banda sonora de sueños e ilusiones. El sonido de la lotería, el cantar de los pequeños de San Ildefonso forma parte de la historia de nuestra Navidad, tanto como el olor del musgo del nacimiento, del papel de celofán que envuelve los regalos, o de los anuncios de la tele en los que el turrón nos trae a casa a la familia que vive lejos. Ahora que en el país tenemos una esquina rota y que casualmente al escrutinio de papeletas se sucederá el recuento de números y series del sorteo nacional, viene bien recordar que las cosas que importan son las únicas que permanecen. Tenemos el Gordo mucho más cerca de lo que imaginamos. Lo demás termina tornándose rancio. La Lotería no tapa agujeros. Quienes realmente los tapan son las personas que nos mejoran. Los amigos que sin hacerse notar te muestran todo, los que te suman, te impulsan, te lanzan y luego desaparecen. Pero siempre deseas que vuelvan, porque hacen más sencilla la existencia. Son las brasas de tu chimenea. Personas que se instalan en tus estanterías y casi siempre mejoran tu decorado. Y todo ello sin dar lecciones ni invadir espacios. Tenía que escribir sobre la lotería y caigo en la cuenta de que los buenos amigos son los números premiados. Ayudan a descubrir la felicidad en esa lenta conquista de cosas pequeñas, domésticas, inmediatas, que se multiplican cuando nos empeñamos en ser lotería para los demás: porque lotería es también ese café que reconforta al que –helado– pide limosna en la calle, es dar las gracias sin venir a cuento al barrendero y al teleoperador acostumbrado a los desaires, es llamar al compañero del que hace tiempo no sabes nada. Sin pensar en la lotería, el Papa Francisco revelaba en una homilía de Santa Marta el secreto de la verdadera felicidad: «El hombre no se realiza plenamente en el tener y en el hacer, sino en amar y donarse». No lo olvidemos. Seamos o no agraciados con un número premiado, lo que sí está en nuestra mano es ser afortunados.