El cambio climático está resultando devastador para la vida tal y como la conocemos. Hay 800 millones de personas que se van a la cama con hambre y el alimento es la única medicina que necesitan. Los gases de efecto invernadero son también un enorme problema. Pero, en ambos frentes, las cosechas obtenidas mediante ingeniería genética pueden ayudar. Se les ha llamado organismos modificados genéticamente (OMG), pero este es un término que induce a confusión, porque la evolución ha modificado genéticamente todas las formas de vida en nuestro planeta. Durante siglos el hombre ha cultivado plantas y criado animales y ello ha implicado modificaciones genéticas. Hace 12.000 años se utilizaba una genética muy básica que cruzaba cultivos para intentar mejorar los productos y cosechas. Pero durante los años 80 aprendimos cómo ser precisos gracias a los magníficos científicos belgas Marc Van Montagu y Jeff Schell, y también a Mary Dell Chilton, en Estados Unidos, que dedicaron sus investigaciones a intentar mejorar las plantas y alcanzar más éxito en la aplicación de la genética vegetal. Las formas más actuales de cultivo utilizan un método denominado CRISPR, que se descubrió hace una década. Es una nucleasa que corta el ADN en un punto muy preciso y permite eliminar genes para hacer mutaciones específicas, lo que es equivalente al método tradicional, pero también permite ir un paso más allá: se puede fijar en un punto concreto e introducir un gen específico. Lo importante aquí es entender que la modificación genética consiste en un método, una forma de hacer algo, pero lo que de verdad importa no es el método, sino el producto.
Uno de los mayores problemas de los jóvenes que viven en la pobreza es que tienen carencia de vitamina A. En el caso de los niños por debajo de los 6 años, alrededor de dos millones mueren cada año por este motivo, ya que el sistema inmunológico no se desarrolla correctamente. En 1984, Peter Jennings propuso una nueva fuente. Dijo: «¿Qué tal si pudiéramos hacer que el arroz produjera un precursor de la vitamina A?». De esta manera podríamos proporcionarla a los niños, porque el arroz es uno de los cultivos más extendidos en el mundo. La idea fue de Jennings, pero realmente fueron Ingo Potrykus y Peter Beyer quienes la llevaron a la práctica. El arroz dorado se convirtió en realidad en febrero de 1999. Las mejoras necesarias para su producción comercial habrían necesitado entre dos y cinco años, que es lo que se tarda en hacer que un cultivo pase del laboratorio al campo, pero hablamos de un organismo genéticamente modificado y, por supuesto, hubo de someterse a todo tipo de normativa. Este arroz podría haber estado en producción a mediados de los 2000 y, sin embargo, fue el año pasado cuando estuvo comercialmente disponible en Filipinas. Desde 2005, millones de niños han muerto o sufrido por deficiencia de vitamina A.
El BT brinjal, un tipo de berenjena, se aprobó en Bangladés hace algunos años y, de hecho, la cosecha es tan elevada que la población no puede consumirla toda y debe exportar parte. La toxina de un insecto se ha introducido en la planta de manera que ella misma produce su propio pesticida y mata a los insectos que se la comen.
El algodón BT es algodón mejorado. El maíz BT también. De hecho, el maíz BT es uno de los OGM más utilizados hoy en día. En Estados Unidos casi todo el maíz es BT. Las plantas de papaya estaban teniendo problemas gravísimos en Hawái. No había manera de poderlas cultivar con éxito debido a la presencia de un virus. Un hombre llamado Dennis González puso fin a esto produciendo una papaya modificada genéticamente que se consume ampliamente en Estados Unidos.
En India, justo este año se acaba de aprobar la mostaza transgénica. En Nigeria se ha aprobado el caupí transgénico. Cultivos en desarrollo hay en Kenia y Uganda, con bananas resistentes a varias plagas fúngicas. En estos dos países, los científicos locales han desarrollado yuca resistente a problemas.
La sequía se está convirtiendo en un gravísimo problema, así que todos queremos cultivos resistentes. Y hay un trigo que lo es. En Australia, los OMG han conseguido incrementar el contenido en proteína del sorgo y hacerlo mucho más nutritivo. En Japón los tomates son tomates modificados, mucho más nutritivos que los normales y, además, tienen mejor sabor. Uno de los motivos por los que estos cultivos nunca saldrán adelante es que su regulación requiere una infinidad de pruebas que resultan muy caras, así que solo las grandes empresas pueden permitírselas. Los pequeños laboratorios que han creado estos cultivos mejorados pueden probarlos en invernaderos, pero no pueden pasar las pruebas en campo abierto que exige la autoridad reguladora.
Sería muy bueno que la sociedad civil se involucrase. En Europa, pese a que ha habido una resistencia generalizada de la población, por ejemplo, en Finlandia el partido de los Verdes empezó a apoyar los OMG recientemente y esto se debió en gran medida al impulso de los jóvenes. Inglaterra va camino de relajar la normativa sobre producción de OMG, en especial de los productos editados genéticamente mediante técnicas CRISPR. Incluso en Alemania la red Öko-Progressives apoya la legislación basada en la evidencia. Los cultivos editados genéticamente, es decir, los cultivos que se han producido usando métodos CRISPR están sometidos ahora a una normativa más relajada y hay 46 países que han dado su aprobación oficial como mínimo para un tipo de cultivo transgénico.