«España es la que está loca, no yo». Hace 16 años lo dijo un falso majareta, poeta culto y sarcástico llamado Leopoldo Panero.
Y para muestra basta un botón. Vamos a llamarle Petit. Y por hacer su historia visible han luchado grandes mujeres. Peleonas y además, amigas: Cristina Sánchez Aguilar, periodista, Tania García Sedano, abogada y profesora de Derecho en Comillas y en la universidad Carlos III y María Francisca Sánchez Vara, responsable de Juventud en riesgo en la Conferencia Episcopal. Este es mi pequeño grano de arena a su lucha con los datos que me aportan. Es mi modesta contribución a los emigrantes que quedan más solos que la una al cumplir la mayoría de edad.
Petit, de origen camerunés, menor de edad, fue tutelado por la Comunidad de Madrid. Atrás quedó su paso por varios albergues de ciudades andaluzas. Un equipo de Cáritas lo encontró afectado por un episodio mental violento, perdido en Madrid, perdido en la gran ciudad -y perdida su razón-. Lo encontraron al pie de una calle madrileña, a pie de vecindad como el samaritano del camino. ¡Impagable Cáritas! Fue internado en un centro de adultos, pero Tania descubrió su minoría de edad al ir a recoger las pertenencias del chico al albergue donde pernoctaba. «Allí encontré una tarjeta de identificación consular con su edad: 17 años. Así que puse en el conocimiento del juzgado esta información, y pudimos sacarle del centro de adultos donde le habían internado, un sitio espeluznante». La Comunidad de Madrid, como entidad tutora, acordó el traslado a la Unidad de adolescentes del Gregorio Marañón. Menos mal que estaba Tania que si no, nuestro amigo Petit por las malas prácticas de las Administraciones españolas en la determinación de la edad de los menores migrantes no acompañados, podía haber visto vulnerado sus derechos fundamentales. Y ser excluido del acceso al sistema de protección en igualdad de condiciones al resto de menores en situación de desamparo.
Pero quedaba otro escollo: el de su salud deteriorada. «Trastorno mental grave y alteración de conducta que imposibilita el tratamiento ambulatorio». Así definió la médica psiquiatra la situación de Petit. Luego continuó el internamiento en un centro hospitalario de salud mental. Desde ahí, le enviaron a un hospital psiquiátrico de Málaga. Pero el 28 de enero de 2016 nuestro querido Petit, un descartado según el papa Francisco, adquiere la mayoría de edad y mientras, la entidad tutora no realiza las actuaciones imprescindibles para garantizar su bienestar.
Petit, pese a ser un joven de 18 años, enfermo psiquiátricamente, ha sido dejado en situación de calle sin un lugar en el que pueda vivir, comer y ser cuidado por su enfermedad. No ha sido empadronado. Carece de tarjeta sanitaria. No se ha realizado ninguna actuación con Coordinación de Centros que haya sido productiva. Ni se ha realizado actuación eficaz para derivarle a la Red de Salud Mental ni de la Comunidad de Madrid ni de ninguna otra Comunidad. Ni se sabe si se ha incoado procedimiento para el reconocimiento de su discapacidad. «No se ha obtenido respuesta a ninguno de los escritos que se han presentado para saber cuál sería la actuación de la entidad tutora y ello pese a que se ha requerido varias veces a distintas instituciones». Lo vocean Cristina, desde Alfa y Omega, y Tania, desde donde puede.
«El problema de los jóvenes tutelados -me dice Mari Fran que sabe bien de esto- es que, al cumplir los 18 años, ante la administración, pasan a ser mayores de edad y, por lo tanto, adultos de un día para otro sin prepararles durante éste tiempo ni dotarles de herramientas ni recursos para que, al cumplir los 18 años, puedan continuar un proceso de emancipación». Y prosigue: «Con la entrada en vigor de la nueva ley de protección jurídica del menor, se introdujo la obligación a las Comunidades Autónomas para poner en práctica programas de vida independiente para éstos chicos, facilitándoles los recursos acordes con su situación personal, familiar y social, una vez cumplidos los 18 años y con una garantía hasta los 21. Durante mucho tiempo, se ha luchado porque esto se hiciese realidad. Ya se ha dado un paso y es que, por ley, ha de ser así». Pero falta la aplicación.
Pedimos, exigimos, con otra mucha gente porque es urgente, que durante la estancia en los centros tutelados, se pueda facilitar la regularización administrativa y se pueda acompañarles en un crecimiento y formación a estos jóvenes menores emigrantes para que se les capacite para vivir de forma autónoma. El caso de Petit es más sangrante aún puesto que se trata de una persona con enfermedad mental, por lo tanto, mucho más vulnerable. Uno más de casi todos los emigrantes que tienen que superar, no solo fronteras geográficas y legales, también fronteras psicológicas por lo duro de sus travesías. La respuesta a estas situaciones de los extutelados en la Comunidad de Madrid va a venir, por ahora, desde las otras entidades de la sociedad civil (la sociedad civil está arrastrando a la Administración Pública en muchos temas migratorios). Estas gestionan los pisos u hogares de emancipación o preparación para la vida independiente. Pero se necesita financiación -¡menos recortes sociales ya!- y más coordinación para que, una vez que se llegue a la mayoría de edad, puedan pasar a otros espacios adecuados. Con un programa específico de formación y preparación para la vida adulta, que les dote de herramientas y les permita incorporarse al mercado laboral y conseguir su autonomía. Es urgente que se cumpla el que su acogida y atención sea hasta los 21 años…
Mientras tanto, seguimos esperando; las cosas de palacio van demasiado despacio… La verdad es que la administración camina con pasos de elefante, lentamente, mientras la vida de las personas continúa deteriorándose rápidamente, expuestos a la luz con la verdad de sus vidas, como decía el mismo Leopoldo Panero ya citado:
El loco yerra, pero no miente.
Además, tiene la perniciosa manía de decir la verdad,
y le darán la razón, pero no todos…
Ay, Dios mío, qué solos se quedan los muertos.
Ay, Dios mío, qué solos se quedan los locos.
Como Petit, sólo por estar solo.