Francisco sobre su antecesor: «Solo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión»
Francisco ha asegurado sentir «tanta gratitud en el corazón» a Dios, «por haberlo dado a la Iglesia y al mundo, y a él por todo el bien que ha hecho y sobre todo por su testimonio de fe y oración, especialmente en estos últimos años de su vida retirada»
Ha sido durante la celebración de las primeras vísperas de la solemnidad de María, Madre de Dios, la tarde del día 31 de diciembre en la basílica de San Pedro, cuando el Papa Francisco ha dirigido sus primeras palabras hacia el fallecido Papa emérito, Benedicto XVI. Lo ha hecho al hablar de la virtud de la bondad, una de las «múltiples virtudes humanas de una buena y digna convivencia». Ejemplo de esta bondad, ha asegurado, «estilo de vida que favorece la fraternidad y la amistad», es la figura del Papa alemán, «que nos dejó esta mañana. Con emoción recordamos su persona tan noble, tan bondadosa».
Y, ha añadido, «sentimos tanta gratitud en el corazón: gratitud a Dios por haberlo dado a la Iglesia y al mundo; gratitud a él, por todo el bien que ha hecho, y sobre todo por su testimonio de fe y oración, especialmente en estos últimos años de su vida retirada». «Solo Dios conoce el valor y la fuerza de su intercesión, de sus sacrificios ofrecidos por el bien de la Iglesia», ha recalcado sobre su antecesor en la sede de Pedro.
Cuenta Eva Fernández, la corresponsal de COPE en Italia y Vaticano, en este semanario, que la relación entre ambos era especial. «Yo quiero mucho a Benedicto. Siempre lo quise. Es un hombre de Dios, humilde, que reza. Un ejemplo de grandeza. Y fui muy feliz cuando fue elegido Pontífice», aseguró Francisco a los periodistas a su regreso de la JMJ de Brasil, la primera vez que se le preguntó abiertamente sobre su relación con el Papa emérito. Lo primero que hizo Francisco antes de asomarse al balcón de San Pedro fue llamar a Benedicto XVI por teléfono para que supiera antes que nadie la noticia y pedirle oraciones. También estuvo presente en sus primeras palabras ante el mundo: «Recemos por nuestro obispo emérito, Benedicto XVI, para que el Señor lo bendiga y la Virgen lo cuide». Francisco acudía con frecuencia a visitarlo. Entre los dos no solo había continuidad teológica sino gran sintonía humana, asegura Fernández.
Se puede elegir la bondad
Durante la homilía de la celebración de vísperas de la solemnidad de María, Madre de Dios, Francisco ha vuelto a proponer la bondad «como virtud cívica»; un factor «importante en la cultura del diálogo, y el diálogo es indispensable para vivir en paz». Pensemos, ha pedido, «qué sería del mundo sin el diálogo paciente de tantas personas generosas que han mantenido unidas a familias y comunidades».
El diálogo perseverante y valiente «no hace noticia como los enfrentamientos y los conflictos, pero ayuda discretamente al mundo a vivir mejor». Y lo ha propuesto como virtud a recuperar y ejercitar todos los días, «para ir a contracorriente y humanizar nuestras sociedades».
De hecho, los daños del individualismo consumista «están ahí para que todos los vean. Y el daño más grave es que los demás, las personas que nos rodean, son percibidos como obstáculos a nuestra tranquilidad, a nuestro confort». Otros «nos incomodan, nos inquietan, nos quitan tiempo y recursos para hacer lo que nos gusta». La sociedad individualista y consumista «tiende a ser agresiva, porque los demás son competidores con los que competir». Sin embargo, precisamente dentro de estas sociedades nuestras, e incluso en las situaciones más difíciles, «hay personas que demuestran que todavía es posible elegir la bondad y así, con su estilo de vida, se convierten en estrellas en medio de la oscuridad».
La bondad, ha continuado el Papa, «es un antídoto contra algunas patologías de nuestras sociedades: contra la crueldad, que lamentablemente puede insinuarse como veneno en el corazón y envenenar las relaciones; contra la ansiedad y el frenesí distraído que nos hacen concentrarnos en nosotros mismos y aislarnos de los demás». Estas enfermedades de nuestra vida cotidiana «nos vuelven agresivos e incapaces de pedir permiso, o disculpe, o simplemente decir gracias. Y así, cuando nos encontramos con una persona amable en la calle, o en una tienda, o en una oficina, nos quedamos asombrados, nos parece un pequeño milagro, porque lamentablemente la amabilidad ya no es muy común». Sin embargo, gracias a Dios, «aún quedan personas amables, que saben dejar a un lado sus preocupaciones para prestar atención a los demás, regalar una sonrisa, una palabra de aliento, escuchar a alguien en quien hay que confiar, desahogarse».
El Papa ha recalcado que hay que recuperar la bondad como virtud personal, lo que puede «ayudar mucho a mejorar la vida en las familias, las comunidades y las ciudades». Lo ha pedido para Roma, especialmente, y a continuación se ha dirigido en silla de ruedas a visitar el belén de la plaza de San Pedro.