Sobrina de Shireen: «Este crimen es resultado de décadas de impunidad de Israel»
La ética, profesionalidad y firmeza de la periodista muerta en Cisjordania «inspiraron a toda una generación de jóvenes periodistas palestinos», especialmente mujeres
La familia de Shireen Abu Akleh aún está conmovida por el «apoyo, cariño y respeto abrumadores» que le está llegando «desde el mundo entero» con motivo de la muerte de esta periodista palestina. Abu Akleh recibió un disparo en la cabeza el 11 de mayo, mientras cubría una operación de las Fuerzas de Seguridad israelíes en Jenin (Cisjordania). «Para nosotros ha significado mucho esta efusión de apoyo», asegura su sobrina Lina en declaraciones a Alfa y Omega.
La hija de Anton, único hermano de Shireen, agradece también todas las condenas, incluso por parte de la Iglesia, contra la represión israelí durante el cortejo fúnebre de la periodista mientras este salía del Hospital de San José. «Le faltaron al respeto a la santidad del lugar, a la Iglesia, a los asistentes; y lo más importante de todo, a ella, incluso después de su muerte». Solo echa de menos «una declaración del Santo Padre condenando su muerte».
Nacida en Jerusalén en 1971 en el seno de una familia católica, Abu Akleh estudió en el colegio de las Hermanas del Rosario en el barrio de Beit Hanina. Luego empezó estudios de Arquitectura en Jordania. Pero después del primer semestre, «se dio cuenta de que no le apasionaba ni tenía las habilidades necesarias». Entonces decidió dar un giro de 180º a su carrera. «Eligió el periodismo porque quería estar cerca de la gente. Y de hecho lo hizo, dando voz a los que no la tienen».
Objetiva pero no neutral
Su nueva profesión la enganchó desde el primer minuto. En 1997 comenzó a trabajar como corresponsal de Al Jazeera en Jerusalén. 25 años después «siempre estaba deseando aprender y mejorar» para realizarla de la mejor manera posible, cuenta su sobrina. Acababa de obtener un título en comunicación digital «para transmitir mejor la voz de los palestinos» a través de las redes. Además, estaba aprendiendo hebreo para poder comprender mejor la narrativa de los medios israelíes.
Sobre su modo de ejercer el periodismo, Lina destaca su «ética profesional y una habilidad única para transmitir la verdad siendo objetiva, pero no neutral». Lo explica así: «Estaba cerca de la gente, no solo como periodista sino como palestina. Entendía nuestras dificultades, y cuando iba a las casas para cubrir ciertas noticias no lo hacía solo como periodista, sino como una palestina que se preocupaba por su gente y quería compartir su historia con el mundo».
Esta «profesionalidad» al informar la llevaba a estar «siempre preparada, bien informada» y atenta a los detalles. Pero, más allá de eso, era «una mujer con compasión y principios». También «resuelta y resiliente, como todos los palestinos». Estaba «dedicada a la causa y a su trabajo». No era fácil, pero siempre estaba a la altura «e informaba de la verdad».
«En varias entrevistas habló del acoso» que sufría «como periodista y como palestina», recuerda Lina. Por ejemplo, cómo en 2011, «mientras estaba en la Puerta de Damasco», de Jerusalén, «cubriendo una noticia y las fuerzas israelíes la acosaron a ella y a su equipo, siguió actuando de forma profesional, no se enfrentó a ellos y siguió informando». Todo ello «marcó una conducta ejemplar que inspiró a toda una generación de jóvenes periodistas palestinos», especialmente mujeres.
Llamamiento a Estados Unidos
El 21 de mayo, un grupo de obispos europeos, miembros de la Coordinadora de Obispos para Tierra Santa, quiso comenzar su peregrinación anual a la región encontrándose con los parientes de la periodista. Cinco días después, cuando le pusieron fin, el fiscal general de Autoridad Nacional Palestina hizo público un demoledor informe sobre su muerte en el que aseguraba que «los únicos disparos fueron de las fuerzas de ocupación con el objetivo de matar». De hecho, la bala que acabó con su vida «tenía la capacidad de penetrar armadura y las características de una bala utilizada por un francotirador». Por ello, califican la muerte de la periodista como «crimen de guerra».
Lina explica que su rechazo a la participación de Israel en dicha investigación se debe a que «contábamos con que no la llevaran a cabo» de forma adecuada. «Ya tienen un historial de no pedir cuentas a los autores» de delitos de este tipo. Por eso, pide la implicación de «la comunidad internacional, y específicamente a Estados Unidos, ya que era ciudadana» de ese país, para averiguar quiénes son los responsables.
«Este crimen deliberado es el resultado de décadas de impunidad de Israel y del fracaso de la comunidad internacional para exigirle responsabilidades». Shireen no ha sido la primera periodista palestina muerta. «Están mandando un mensaje a todos, intentando silenciar la voz de la paz y la verdad sobre lo que pasa en Palestina, sabiendo que se van a poder salir con la suya». Por eso, si se logra que todos los responsables sean castigados, «no solo le hará justicia a ella sino que sentará un precedente».
En este sentido, el padre de Lina, Anton, compartió antes del entierro su deseo de que la muerte de Shireen contribuya a la paz. «Su muerte unió a toda Palestina durante un día entero», algo extraordinario, según la joven. «Eso me da esperanza de que la paz y la unidad son posibles». Aunque para ello hace falta «la presión de la comunidad internacional y de Estados Unidos para que termine la ocupación».
La familia de la periodista ha asumido el compromiso de «seguir hablando de ella y continuando su legado para asegurarnos que su nombre y su historia sean recordados por generaciones» como el de alguien que «encarnaba la verdadera esencia de la humanidad, la paz y, lo más importante, la verdad».