Sobre el mejor modo de suicidarse - Alfa y Omega

Se cumple un año de la victoria del Partido Popular, pero parece que hubieran pasado décadas. El PP prometía liderar un gran impulso regenerador. Incluso quienes desconfiaban de Rajoy pensaron que la situación era tan crítica que se imponía —o nos impondrían— un gran acuerdo entre los principales partidos, obligados a reformar a fondo el entramado político e institucional. Había cuajado la opinión de que la estructura del Estado se había vuelto insostenible. Convergían en ella —convergen— abusos, despilfarros e ineficiencias que estrangulan la economía y la sociedad civil. La crisis ofrecía la oportunidad de hacer tabla rasa, y repensarlo todo de nuevo. Era ahora o nunca. Un año después, es evidente que ganó la opción b.

Ese inmovilismo ha sido en parte una victoria de Artur Mas. En lugar de hablar de cómo arreglar las cosas, PSOE y PP discuten ahora sobre el mejor modo de estropearlas todavía más: ¿Federalismo? (De perdidos, al río) ¿Autonomismo diferencial? (si no quieres caldo, toma dos tazas). Ni uno ni otro partido parece, en cualquier caso, en disposición de liderar nada, porque, de entrada, tampoco parecen comprender nada. Ocurre en cualquier ámbito en el que se mire: el INE certifica que España se convierte en un inmenso asilo de ancianos, los inmigrantes abandonan el barco, y el Gobierno estudia fórmulas…, para vender los pisos vacíos en el stock del banco malo, ofreciendo permisos de residencia a cambio de inversiones superiores a 160 mil euros.

Las propuestas nacionalistas podrán parecer alucinadas, ¿pero quién se toma hoy en serio ya nada? Lo suyo, además, tiene la virtud de la novedad y de cierto aire de rebeldía. Y, sobre todo, ofrece un proyecto que le permite al ciudadano sentirse parte de algo. ¿De un suicidio colectivo? Seguro, pero ¿quién mejora esa oferta?