Obispo de Cabo Delgado: «Llegan mujeres que han visto decapitar a sus maridos»
Los últimos ataques de grupos islamistas en Cabo Delgado, en represalia por las operaciones de los cuerpos de seguridad, han hecho llegar 13.000 nuevos desplazados internos a Pemba, la capital provincial
El agravamiento durante el último mes del conflicto en Cabo Delgado (norte de Mozambique) ha llevado a «una situación dramática» que alcanza ya «proporciones absurdas». Lo denuncia monseñor Luiz Fernando Lisboa, obispo de Pemba, la capital provincial. Alude al aumento de ataques de insurgentes yihadistas, que la semana pasada atacaron al menos once aldeas del distrito de Muidumbe.
Las autoridades cifraron el lunes en más de 50 los civiles decapitados en distintos ataques solo durante los tres días anteriores, informa Europa Press. En realidad, aclara el obispo a Alfa y Omega, «los números no están claros porque los atacantes están todavía en las aldeas, y la gente escondida en el bosque. De hecho hablé ayer con un joven de una de esas localidades, cuyo hermano y tío han muerto, y me decía que no sabían» cuántas personas más habían sido asesinadas. Sí parece estar confirmado que «mataron a 15 adolescentes que estaban celebrando un rito de iniciación».
El comandante general de la Policía mozambiqueña, Bernardino Rafael, indicó que los terroristas atacaron también aldeas de Macomia, donde además secuestraron a mujeres y niños. «Quemaron casas y fueron detrás de la población que huyó hacia los bosques, tras lo que empezaron con acciones macabras», manifestó. Testigos citados por los medios locales han indicado que los milicianos llevaron a los residentes a un campo de fútbol en la localidad de Muatide y procedieron a su ejecución.
Represalias por las operaciones del Gobierno
Los ataques parecen una represalia después de que a finales de la semana pasada los cuerpos de seguridad mozambiqueñas mataran a más de 30 supuestos terroristas en operaciones en la provincia, especialmente en el distrito de Palma, tal y como informó el portal de noticias Carta de Mozambique. Por el momento se desconoce a qué grupo pertenecen los muertos. Se sospecha de Estado Islámico en África Central (ISCA), que ha incrementado sus ataques en la zona.
Las fuerzas gubernamentales también atacaron Base Siria, como se conoce al principal núcleo terrorista de la zona, situado en Mocímboa da Praia. Como recuerda la publicación Mondo e missione, esta ciudad fue tomada en agosto por los islamistas, que prendieron fuego a la iglesia local, un instituto, el hospital comarcal y decenas de casas, negocios y coches. También secuestraron durante 24 días a dos religiosas brasileñas de las Hermanas de San José de Chambéry.
Pero no parece que la situación empeore solo en venganza por la reciente actuación del Ejército. Durante todo el último mes «se ha agravado mucho la violencia», apunta monseñor Lisboa. Pero ya desde comienzos de año «los grupos yihadistas se están fortaleciendo. Empezaron a lanzar ataques simultáneos, contra dos o tres aldeas el mismo día, también en las islas» (Pemba es una ciudad costera).
Un millón de afectados
Los primeros ataques terroristas en la región comenzaron en 2017, a mano de un grupo islamista al que popularmente se conoce como Al Shabaab pero que no estaría vinculado con el grupo del mismo nombre que opera en Somalia y está ligado a Al Qaeda. Además, el Estado Islámico anunció en 2019 la creación de ISCA, especialmente activo durante este año.
Ya se alcanzado un millar de muertos, y un millón de afectados. Entre 350.000 y 400.000 personas se han visto obligadas a huir a otras zonas, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). Esta misma entidad estima en 13.000 personas las llegadas a Pemba en las últimas tres semanas; entre ellas, 5.900 niños.
Viajan a pie o, si proceden de las islas, en barcas. «Llegan con hambre y sed», incluso «desnutridos, y con síntomas febriles», narra el obispo de Pemba. Todo ello, unido a las heridas psicológicas: «Hay madres que lloran porque no saben dónde están sus hijos o porque vieron cómo sus hijas eran raptadas, hijos que no saben dónde están sus padres, mujeres que fueron testigos de la decapitación de sus maridos…». Una preocupación muy común es el destino de las personas mayores. «Muchos se quedaron en las aldeas porque no podían caminar por el bosque y sus hijos sufren porque saben que probablemente estén pasando hambre».
Asistencia psicosocial
Por eso, además de la ayuda material que les ofrecen distintas congregaciones y la Cáritas diocesana, con ayuda de grupos de jóvenes, «como Iglesia estamos haciendo otro trabajo muy importante de asistencia psicosocial», apunta monseñor Lisboa. «Dos religiosas que son psicólogas han preparado a sacerdotes, religiosos y jóvenes, que se reúnen de dos en dos con grupos de diez o 20 personas»: se presentan, cuenta cómo fue la huida de su aldea, «y lloran. Después de cinco o diez encuentros se sienten más tranquilos y libres». A su agradecimiento se suma el de «las autoridades y otros organismos», que han reconocido los frutos de esta labor.
Cáritas Portuguesa está ayudando a 970 familias desplazadas a las que el Gobierno local ha entregado un terreno para que lo cultiven. Además, junto con Cáritas Española y en colaboración con Cáritas diocesana de Pemba va a iniciar un nuevo proyecto para distribuir alimentos a las familias afectadas por el conflicto en los distritos de Ancuabe, Chiure y Namuno; reparto de semillas y herramientas, de materiales de costura y de carpintería, y apoyo psicosocial.