Siria, diez años después: «Hay gente que añora la guerra»

Siria, diez años después: «Hay gente que añora la guerra»

Aunque en Siria apenas hay ya combates, al cumplirse diez años del conflicto la población vive su peor momento económico a causa de las sanciones. A ello se suma la falta de horizontes, explica el marista Georges Sabé

María Martínez López
Raqa, Siria
Un muchacho vende combustible, un bien difícil de conseguir legalmente, en las calles de Al Raqa. Foto: AFP / Delil Souleiman

«Ahora podemos dormir tranquilos». En diciembre de 2016, Alfa y Omega celebraba la liberación de buena parte de la ciudad de Alepo, poco antes de Navidad, con estas palabras del marista Georges Sabé. Cuatro años después, y a los diez del inicio del conflicto en Siria, el mismo religioso confiesa que lo ocurrido desde entonces «ha sido una gran decepción».

Desde el punto de vista militar, el conflicto entró en punto muerto en marzo de 2020. El Gobierno controla buena parte del país. Pero el norte está en manos de Turquía, que está imponiendo su sistema, «su moneda, y cambiando los nombres» de las localidades, explica el marista. Al noroeste está Al Qaeda, y al noreste una coalición de fuerzas opositoras con apoyo kurdo. Precisamente de esta área procedían buena parte del petróleo y los cereales y otros productos agrícolas que surtían al resto del país. «Tenemos que importar trigo de Rusia, cuando antes lo exportábamos». La gasolina y el pan están sujetos a un estricto racionamiento y hace falta hacer cola durante horas para comprarlos. Igual que el azúcar, el arroz o el té.

En cifras

388.652 fallecidos en la guerra, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Entre ellos, 117.388 civiles

9/10 personas viven bajo el umbral de la pobreza, según la Organización Mundial de la Salud

5,6 millones de refugiados y 6,7 millones de desplazados internos, de una población inicial de 22 millones, según ACNUR

200.000 personas desaparecidas o retenidas de forma ilegal, según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos

La losa de las sanciones

Pero la losa que pesa más sobre los cansados hombros de los sirios son las sanciones internacionales de la Unión Europea y de Estados Unidos, que en junio del año pasado las incrementó drásticamente mediante la Ley Cesar. «No es real que sean solo contra el presidente o personas importantes del Gobierno; es toda la población siria» la que está castigada, subraya Sabé. «Una persona cualquiera que tuviera dinero en un banco europeo no puede recuperarlo solo por ser sirio».

Thomas Heine-Geldern, presidente de Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN por sus siglas en inglés), ha denunciado con motivo del décimo aniversario de la guerra que los bancos europeos y estadounidenses bloquean cualquier transferencia con destino a Siria y «es prácticamente imposible que las organizaciones de ayuda» logren hacer llegar el dinero. A esto se suman «obstáculos burocráticos insalvables» para importar desde el país incluso pequeñas cantidades de mercancías que se considera que pueden usarse para fines no humanitarios… como la leche en polvo. No ayuda la crisis que golpea desde 2019 al vecino Líbano, que es desde donde muchas veces se lograban hacer llegar fondos. Es la vía que siguen usando los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa, explica Firas Lufti, su responsable en Siria, Líbano y Jordania. Pero otras muchas entidades la han abandonado.

Las sanciones, por otro lado, impiden la reconstrucción de buena parte de las casas, escuelas y hospitales. Y de las centrales eléctricas de Alepo, por lo que solo hay dos horas al día de electricidad; más unas pocas extra que algunos compran al generador de su barrio. «La gente no puede tener comida en la nevera ni estudiar». Familias como la de Shaman, recién licenciado en Ingeniería Mecánica, «a veces queman ropa vieja para tener algo de calefacción».

Una década de sangre
  • Verano de 2011: En respuesta a la represión del régimen a las protestas sociales, surgen milicias rebeldes
  • Abril de 2013: El Estado Islámico de Irak y Levante, desligado de Al Qaeda, se da a conocer y se suma a la lucha
  • Agosto de 2013: El Gobierno sirio ataca con gas sarín la zona rebelde de Ghouta (Damasco) y causa más de 1.400 víctimas según Estados Unidos
  • Septiembre de 2015: Intervención militar de Rusia para evitar una más que posible derrota de Asad
  • Octubre de 2019: Incursión turca en el norte del país y creación de una zona de amortiguación

Dinero sin valor

Desde el punto de vista económico, Siria vive su peor momento de la última década. En Alepo «hay trabajo» en pequeños talleres que han sustituido a su floreciente industria textil, «pero no hay dinero». Y el que hay, cada vez vale menos. En cinco años, un dólar ha pasado de costar 500 a 4.000 liras sirias. En los últimos doce meses, las personas que necesitan ayuda humanitaria han aumentado un 20 %, hasta los 13,4 millones; y la cesta básica de la compra se ha multiplicado por 2,5. «Cuando en nuestras actividades con niños les damos una especie de pizza con carne, no puedes imaginarte su alegría». En casa no la comen.

«Hay gente que añora los días de la guerra, cuando el único miedo era que te cayera una bomba, pero podías vivir y había ayuda internacional». Sin llegar a ese extremo, muchos «lamentan no haber huido del país en 2015». Optaron por quedarse en su tierra, «y están pagando un precio muy alto».

Otra fuente de sufrimiento es constatar que «el horizonte está cerrado». «Nada te permite decir que si aguantamos unos años más luego acabará todo». Esta falta de perspectivas afecta especialmente a los jóvenes. «Acompañarlos es la tarea más difícil ahora». Los niños que en 2016 recibieron tarjetas de Navidad desde España gracias a la campaña de Alfa y Omega y Radio María son ahora adolescentes que no recuerdan tiempos de paz. Y a los que, desde los 13 o 14 años, les atormenta la perspectiva de ser reclutados a los 18 para realizar ocho o nueve años de servicio militar.

Sabé piensa entre otros en Subhi, que con 16 años no puede estudiar, sino que trabaja para llevar dinero a casa y ayudar a cuidar a su hermano con discapacidad. Ve acercarse la mayoría de edad, y se pregunta: «¿Qué hago: me quedo en el país y entrego los mejores años de mi vida, o huyo?». De hecho, «muchos te dicen que quieren marcharse como sea».

200 ancianos sin recursos reciben comida caliente gracias al proyecto Pan Compartido de los maristas. Foto: George Sabé

«Dejadnos en paz»

Al otro lado del teléfono, el marista lucha contra su propio desaliento para afirmar que «nuestra presencia aquí no tiene sentido si no aporta un poco de esperanza» poniendo a «Cristo en medio del sufrimiento del pueblo». Por eso, además de retomar hace cuatro meses el reparto de alimentos a 800 familias que tanto les ilusionó cerrar en 2018, están poniendo toda su alma en dos proyectos: talleres de formación profesional en los que a los jóvenes se les paga un sueldo, y un proyecto de microcréditos para poner en marcha pequeños negocios. La apuesta supone un esfuerzo considerable a la congregación, que recibe muchos menos fondos que antes.

Para poder volver a enviar ayuda a Siria, el presidente de ACN rogaba en nombre de la minoría cristiana que «apliquen el marco jurídico internacional existente, que permite exenciones al embargo por motivos humanitarios». En la actualidad, estas «no funcionan». Otra solución podría pasar por «la concesión de licencias generales para determinadas ONG». ¿Y qué reivindicaciones escucha Sabé de sus vecinos? «Están hartos, ya no tienen fuerzas para pedir nada». En su nombre, solo dice a los países de Occidente: «Dejadnos en paz, y sabremos construir nuestro país. No queremos ni vuestra guerra ni vuestra ayuda».