Sínodo: mirar a los Hechos - Alfa y Omega

Entre las grandes tareas que el Papa está abordado en la fase más madura de su pontificado destaca en primer lugar el Sínodo de la escucha, uno de tantos nombres para caracterizar rasgos importantes del encuentro Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, cuatro palabras llenas de contenido. Es un largo ejercicio —de 2021 a 2024— de la consulta más amplia de la historia y de reflexión, para llevar a la práctica varias líneas maestras del Concilio Vaticano II.

A las puertas de la vigilia ecuménica de oración de este sábado y de la primera Asamblea General del Sínodo, del 4 al 29 de octubre, conviene tomar cierta distancia respecto al ruido mediático de sectores demasiado reformistas en lo secundario o demasiado inmovilistas en lo esencial, que tiran del Sínodo como si fuese una convención política o un chicle.

En los dos años de trabajo ya realizado, la abrumadora mayoría de los participantes ha descubierto la importancia de bajar del pedestal y escuchar —algunos por primera vez— a personas heridas o desencantadas, siguiendo el ejemplo de Jesús, que escuchaba pacientemente a los dos discípulos desilusionados y rotos por dentro en el camino de Emaús, una de las referencias del Sínodo.

La otra gran referencia de una Iglesia sinodal la mencionó Francisco en su extenso discurso explicativo a los fieles de la diócesis de Roma el 18 de septiembre de 2021: «El primer y más importante manual de eclesiología es el libro de los Hechos de los Apóstoles».

Se trata de volver a las fuentes, de recuperar la actitud positiva de los primeros apóstoles y los primeros cristianos. En los Hechos de los Apóstoles se ve que el gran protagonista de la evangelización es el Espíritu Santo, como propone una y otra vez Francisco para orientar el discernimiento.

Y hay que mirar también a los hechos con minúscula, pues el cristianismo no es solo una doctrina, sino un modo de comportarse según las enseñanzas precisas de Jesucristo. Muchas veces ha faltado coherencia entre fe y obras, entre las palabras y los hechos.

Los antiguos romanos decían: «Facta, non verba». O, en castellano actual: «Obras son amores».