Sínodo: el camino continúa - Alfa y Omega

Sínodo: el camino continúa

Esta fase ha sido una ocasión privilegiada para descubrirla riqueza de la Iglesia y la necesidad de una conversión

Alfa y Omega

El pasado sábado, 11 de junio, la Iglesia española concluyó la fase diocesana del Sínodo sobre la sinodalidad, en la que han participado 215.000 personas, en su mayor parte laicos, pero también consagrados, religiosos, sacerdotes y obispos. Como recoge la síntesis elaborada por el equipo sinodal de la Conferencia Episcopal, «se ha vivido la alegría de compartir y revitalizar la fe, la vida y la pertenencia a la Iglesia y el gozo de ser tenido en cuenta», constatando «la acción silenciosa, pero real y constante del Espíritu Santo como gran animador de todo».

Entre los temas más repetidos están el papel de la mujer; la preocupación por «la escasa presencia y participación de los jóvenes»; la familia «como ámbito prioritario de evangelización», los abusos sexuales, de poder y de conciencia, con «la necesidad de perdón, acompañamiento y reparación»; la apuesta por «potenciar los ministerios laicales», o el «diálogo» con otras confesiones cristianas y religiones. Con menos peso aparecen el mundo rural, la religiosidad popular o la atención pastoral a mayores, presos y migrantes, y, tras la polémica suscitada en las últimas semanas, se citan cuestiones planteadas «solo en algunas diócesis» y por «grupos reducidos» como el celibato opcional y la ordenación de mujeres.

Los temas concretos ahora se se cruzarán con los que han salido en otros países europeos y, de ahí, con los de la Iglesia universal, hasta llegar a la asamblea de octubre de 2023 en Roma. A buen seguro serán tenidos en cuenta en las diócesis, pero este Sínodo no es una encuesta ni un referéndum, sino que lo esencial ha sido echarse a andar juntos y el camino continúa ahora. Pese a algunas críticas –en su mayoría de quienes ni siquiera quisieron sumarse a la consulta–, esta fase ha sido una ocasión privilegiada para descubrir la riqueza de la Iglesia y la permanente necesidad de una conversión personal y comunitaria para anunciar el Evangelio en un mundo cambiante.

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